Jamás imaginó Marisa que a sus 26 años de edad iba a ser madre. Pero no, esta no es la tradicional historia que imaginan. Todo empezó en una tarde de sábado cuando, junto a su pareja, vieron una familia jugando en un parque de Mijas. El pequeño tenía parálisis cerebral, se acercó a él y sus padres le contaron su historia. Era un niño de acogida que había llegado a casa para formar parte de la familia. Fue entonces cuando Marisa, junto a su pareja, decidió que ella también quería dar acogida en casa a aquellos niños que lo necesitaran. Una historia que empezó desde la incertidumbre y que, a día de hoy, ha pasado a marcar su vida y la de sus nueve hijos.
Sin tener mucha información de cuál era el proceso, la pareja comenzó a indagar sobre qué requisitos se exigían, en qué consistía exactamente la acogida, los tiempos, las condiciones, con qué debía contar en casa y a prepararse emocionalmente para ofrecer un hogar a un niño. Un proceso que recuerda fácil gracias a la ayuda de muchos colectivos y del personal cualificado que la acompañaron en todo momento.
Y así, casi sin darse cuenta, la familia de Marisa comenzó a crecer: «Un 7 de febrero me sonó el teléfono, tenían una pareja de hermanos que habían estado un año en un centro y que iban a ser acogidos pero, finalmente, el que iba a ser acogedor tuvo que renunciar», explica Marisa en una emotiva entrevista a AZ Costa del Sol.
Los dos primeros pequeños en llegar a casa cambiaron la vida de Marisa, tal y como explica Marisa, «son los que me enseñaron a ser madre y a prepararme antes de ser biológica». Los primeros días no fueron fácil, fue un gran cambió y asegura que sintió «mucha incertidumbre, miedos, desconocimiento».
«Hay un momento que recuerdo y jamás olvidaré, la primera noche que pasaron en casa me levanté y fui a ver si estaban bien; se habían dormido en la misma cama, estaban abrazados los dos juntitos. Veías esa cara de paz, de tranquilidad y de felicidad. Ahí entendí que todo compensaba», recuerda con mucha emoción Marisa.
Son muchas las familias que deciden acoger al no poder ser padres biológicos o al buscar esa necesidad. Pero ese no fue el caso de Marisa: «El hecho de acoger no era porque quisiera ser madre, no era el objetivo. Sentía que quería ayudar y qué mejor forma de hacerlo que con niños», cuenta Marisa.
Aunque es natural de Marbella, hace un par de años Marisa se mudó a Torremolinos para vivir en un hogar más amplio donde poder ofrecer mejor espacios a los niños de acogida. Durante la estancia de los dos primeros niños de acogida nació su primer hijo biológico: «Fue algo muy bonito porque los dos pequeños vivieron por primera vez lo que era un embarazo, lo sentían su hermano y bueno, es que así lo es, era su hermano».
Pero estos dos pequeños no fueron los únicos que Marisa acogió. Al poco tiempo, llegó una niña de dos años que había vivido situaciones muy difíciles en su familia biológica y que presentaba secuelas: «Llegó con muchos problemas, se autolesionaba, no fue nada fácil, pero poco a poco fuimos consiguiendo que se fuera adaptando».
Casi consecutivamente, Marisa ha ido acogiendo a varios menores -incluso a un bebé- con los que que, junto a sus tres hijos biológicos, han conseguido formar una bonita familia unida. Una de sus hijas biológicas, Teresa, confiesa que haber compartido todo con sus hermanos le ha hecho valorar pequeños detalles de la vida: «Cuando yo nací ya estaban en casa mis hermanos de acogida, me han enseñado mucho, porque veía cómo valoraban cosas que yo no le daba tanta importancia, como ir al colegio o comernos una hamburguesa en familia. Crecer en esta familia me ha hecho vivir algo muy especial, bonito y en lo que he aprendido mucho», explica a este medio.
Marisa asegura que cada niño de acogida que ha pisado la casa ha servido, a su vez, para educar a sus hijos biológicos. Dar acogida a un menor no es algo para lo que se está preparado, los pequeños suelen venir de familias desestructuradas donde han podido presenciar escenas de maltrato o incluso haber sufrido violencia por parte de sus padres. Sin embargo, «ellos valoran gestos muy sencillos», como «sentarse a ver una película con palomitas, ir a pasear o, simplemente, que los cuides y les prestes atención».
Cada familia lo vive diferente. En el caso de Marisa, tenía muy claro cuál era su papel y que debía respetar a las familias biológicas de todos sus hijos de acogida: «Es importante que mantengan un vínculo con su familia biológica, que las conozcan, que sepan cuáles fueron sus raíces. Está bien que estés para para apoyarlos, mimarlos, para cuidaros, pero siempre tenemos que saber que ahí hay una familia. Que por muchos problemas que tengan, son su familia y ellos deben sentir también ese vínculo», detalla.
Aquella decisión que tuvo a sus 26 años cambió la visión de Marisa para siempre. Tanto es así que, a día de hoy, es la presidenta de la Asociación Acógeles, una entidad que trabaja para el respaldo y acompañamiento de las familias de acogida y para informar sobre todos los tipos de acogida que existen y en qué consiste el proceso. Una entidad que, asegura, también le has servido para respaldo personal y donde ha aprendido muchísimo: «Ves todo tipo de situaciones, conoces a familias muy diferentes y te das cuenta de la importancia que tiene para un niño formar parte de un hogar».
En este sentido, Marisa explica que «aunque existen muy buenos centros con grandes profesionales», los niños «necesitan una familia y una casa donde poder sentirse hogar», sentir que «forman parte de algo y que tienen una unidad familiar donde poder refugiarse y crecer como lo que son, niños».
Por ello, Marisa hace un llamamiento a todas aquellas personas que quieran dar acogida para que pregunten por la Asociación Acógeles, donde asegura le ayudaran en todo. Al mismo tiempo, reivindica la necesidad de agilizar los procesos de acogida y de resolución judicial en los casos de los menores, «pasa mucho tiempo en proceso judicial hasta que pueden ir a una casa de acogida».
Pese a que confiesa que «no fue fácil al principio» ser madre de acogida y formar su gran familia de nueve hijos ha sido su gran logro: «Me siento orgullosa de mi misma, de mis hijos, de mi familia. Si hay algo por lo qué de verdad he sido feliz ha sido por poder formar parte de ellos y haber crecido juntos compartiendo nuestras vidas».