Una aguja inyectando tinta en la piel, una mujer valiente, una época que se cierra y una nueva vida que vuelve a renacer. Pasar por el cáncer de mama, es sufrir un momento en el que todo tu cuerpo cambia a nivel emocional y físico. El tatuaje de reparación se convierte en uno de los instantes más emotivos tanto para el paciente como para el tatuador. Mariló Fernández es la primera tatuadora de toda Andalucía y lleva más de 20 años especializada en el tatuaje de reparación “empecé con una historia cercana. A una amiga mía le diagnosticaron cáncer de mama y cuando terminó todo el proceso me dijo que tenía que ser yo quien le tatuase el pezón”. Ella asegura que al principio le costó mucho porque entendía todo el proceso emocional por el que pasa la mujer, pero “una vez que me decidí a hacerlo comenzó el boca a boca y ahora me llaman de todas partes de España y del extranjero”.
“Hay mujeres que acuden a mi estudio que llevan años sin desnudarse delante de sus maridos, hijos o incluso sin mirarse en el espejo y la tinta hace que vuelvan a reconocerse”. Un tatuaje que a nivel psicológico ayuda a mejorar la relación con su cuerpo, cómo se exponen al mundo y cómo mejoran sus relaciones íntimas. Ella insiste en la gratificación que siente al realizar este trabajo, porque ese tatuaje forma parte de todo lo que han vivido las pacientes y recuerda las palabras de algunas de sus clientas cuando vuelven después de haberse tatuado y le dicen “me has cambiado la vida”.
Una de las situaciones más especiales es en el momento en el que la persona decide que se va a tatuar porque como cuenta Mariló “desde que te dicen que tienes cáncer hasta que se finaliza todo el tratamiento el tatuaje de pezón es lo único que es solamente decisión de la paciente”. Es una intervención que debe hacerse con un mínimo de 6 meses una vez que se ha terminado todo el proceso, aunque puede tardar hasta 3 años dependiendo de cómo vaya cicatrizando. El tiempo de creación de los nuevos pezones puede variar dependiendo de la situación de cada mujer, pero suele ser de unas dos horas.
En este último año y medio a Mariló le diagnosticaron como “Portadora de un Gen Oncológico” con más del 63% de posibilidades de padecer cáncer de Mama y decidió operarse “es irónico que me toque en primera persona”. Cuando se enteró supo que tenía que contactar con ASAMMA la asociación con la que ya llevaba colaborado más de 12 años y que ahora iba a ser paciente. Mariló quiso recalcar la enorme labor que hacen “es super importante tener una asociación así porque puedes disponer de una psicóloga, un equipo especializado, hablar con compañeras que han pasado o están en mismo proceso que tú, entre otras muchas facilidades e información. Es saber dónde ir cuando te sientes perdida por todo lo que de repente se te viene encima”. Ella sabía que tenía demasiada información por todos los casos que había vivido y se autoconfinó después de la operación para no sufrir ningún tipo de riesgo.
Cada día es más común que la población tenga un tatuaje, pero el de reparación y sobre todo, el que se les hace a mujeres que han sufrido cáncer de mama se vuelve en una marca de lucha que cierra un ciclo de su vida.