Gaby Pardo es una bailarina argentina que desde hace cinco años expresa su arte en tierras malagueñas. Con 55 años, Gaby -que se ha dedicado toda su vida a la danza de forma profesional- es la única mujer de su edad que se mantiene activa en el mundo del hip-hop, donde empezó en el año 2000.
El amor por el baile comenzó con quince años, “yo empecé a trabajar muy joven en un gimnasio privado. En ese momento descubrí la danza y me inicié en otras disciplinas”, cuenta Gaby a AZ Costa del Sol. Fue en los años 90 cuando el hip hop comenzó a inundar las calles de Argentina, “en ese momento empecé a experimentar. Llegué incluso a viajar a Brasil, Nueva York o Los Ángeles para tomar clases”.
Como todo en la vida, esta cultura urbana también ha pasado por varios cambios. Según comenta la bailarina, “la diferencia fundamental ha sido el avance en las tecnologías, ya que ha permitido compartir gustos y saberes de forma más rápida. Lo que nosotros estábamos esperando que llegara a nuestro barrio ahora lo tenemos enfrente de una pantalla. Eso ha cambiado notablemente la forma en que se ha difundido tanto el hip hop como otras disciplinas”.
La figura de la mujer dentro del hip hop conlleva “un arduo trabajo”. Esta cultura dio sus primeros pasos con el breaking y a raíz de los cambios musicales fue apareciendo más la parte de danza social. En sus inicio era muy difícil encontrar mujeres que pertenecieran a este movimiento pero a día de hoy “son muchas las B-Girls que bailan hip hop”. En el caso de Gaby “la gente pensaba que al practicar este baile me iba a masculinizar, pero lo que no saben es que en el hip hop no existe el género. Por eso es tan revolucionario, porque todo el mundo puede expresarse de la manera que quiera”.
Hace un par de años -concretamente en 2021- Gaby era una de las protagonistas de ‘Tribe: A film about Women empowering through dance’, un proyecto que nacía con la idea de convertirse en una plataforma para empoderar a la mujer a través de la danza. “Me pareció súper bonito estar con chicas tan jóvenes interesadas por esto y que compartan la idea de que el arte, el cuerpo y la danza son medios para visibilizar cuestiones sociales y políticas y con ello poder dejar claro que estamos aquí y que seguimos adelante”.
La idea original fue de Itziar Samaniego y Gonzalo Ruiz, dos jóvenes especializados en las artes visuales. El objetivo principal de ese vídeo era buscar un aumento del número de mujeres que se sumaran a la danza, poder plasmarlo sobre la realidad y llevar a cabo actividades que ayudaran a mujeres en exclusión social o que hayan sido víctimas de violencia de género. Finalmente el proyecto no consiguió financiación por lo que no se pudo sostener.
A pesar de todo, la argentina sigue participando hoy “en cuestiones que tengan que ver con manifestarse” aunque cree que “esto es una cuestión diaria. Es lo que pienso, lo que pongo de ejemplo en mis clases, lo que le digo a mi hija y a mi hijo. Es una manera de estar en la vida”, explica.
Para ella el baile es una forma de liberarse. En cuanto a lo profesional, cree que esa liberación “abarca cuestiones más políticas”. Sin embargo, desde el punto de vista más común “en ese rato que bailas expresas con el cuerpo una liberación muy grande. Disfrutar un rato bailando es una instancia liberadora”.
Esta liberación se puede llevar incluso a asuntos de más delicadeza como a aquellas mujeres que han sufrido o atraviesan una situación de violencia machista. Cuando las cosas son difíciles de contar muchas personas las expresan de otra modo, “el arte es una manera de poder descargar a veces”. A través del movimiento es una de las formas en las que una persona puede contar lo que no dice con palabras, ya que “no está racionalizado completamente sino que lo que haces es transmitir una cuestión que nos angustia”. Por otro lado, Gaby apunta que “a través de las actividades artísticas hay un goce, algo que no es común o fácil de obtener como mujer. Entonces, en estos espacios destinados al disfrute puedes expresarte con total libertad”.
Para la bailarina cualquier expresión artística, además de ser una experiencia que permite conectar con nosotros mismos, es un momento en el que piensas en cosas bonitas. “Cuando vives una situación compleja continuamente es difícil generar otros espacios donde estar con menos preocupaciones. La danza no es en si misma terapéutica, pero tienen un fin de poder ayudarte a expresar con movimiento cosas que no te atreves a decir porque te duele mucho”.