Durante toda la semana ha ido creciendo la polémica y el debate alrededor de la propuesta de José Luis Sanz, alcalde de Sevilla, sobre un plan municipal de conservación de la Plaza de España que abre la posibilidad de comenzar a cobrar entrada a los turistas y visitantes (no sevillanos) al espectacular paraninfo de Aníbal González. Una iniciativa no exenta de controversia por lo que podría desencadenar en otras muchas áreas turísticas.
Estamos acostumbrados pagar por el acceso a determinaros recintos o espacios museísticos o monumentales como: Parque Güell en Barcelona, Coliseo en Roma, la Alcazaba en Málaga o la Torre de Londres, entre muchos otros. Pero la reflexión es la siguiente, ¿qué pasa con esos espacios públicos, verdaderamente son de todos o son un patrimonio disponible a comercializar?
En este punto también desembarca y da pie a conflicto la más que notable reticencia o rechazo al pago de entrada en enclaves religiosos o de culto. Y pese a que la iniciativa no conlleva una privatización de un espacio público si coarta, enjaula y clasifica al tipo de visitante, turista o amante del arte y la cultura. Convierte la admiración por bien público y bello, en un concepto que quizás no esté al alcance de todos los bolsillos.
¿Es el pago por su visita es la única manera para su conservación y mantenimiento al nivel de calidad que exige una obra de tal magnitud? Pues como tantas otras. Se entiende que en el pago ordinario de impuestos, sumado a las tasas extraordinarias de pernoctaciones hoteleras, terrazas, veladores y otros establecimientos y servicios dedicados al turismo debían ser ingresos más que suficientes.
Si a todo ello, como es el caso de la Plaza de España, le sumamos la posibilidad de albergar [como ya hace] conciertos, galas, presentaciones y eventos de perfil privado, más leña todavía. Lo que debía ser lugar de bienvenida y reposo de cultura, cada balcón cuenta con espacios para la colocación de libros y están representadas cada provincia española, ¿quién somos para cuestionar o condicionar su finalidad?
Por este camino, acabaremos pagando derechos de imagen por una instantánea con la Torre Eiffel al fondo o por un atardecer en Zahara de los Atunes. ¿Y tú, pagarías por entrar?