No hace falta haber vivido muchos años ni haber pasado por una guerra o una posguerra para saber que la española es una sociedad solidaria. Hace nada, Galicia recibió una marea de voluntarios que no dudaron en atravesar la península para limpiar con sus manos el chapapote que contaminó sus costas tras el hundimiento del Prestige. Hace aún menos, esas manos retiraban los cascotes de los edificios destruidos tras el devastador terremoto de Lorca. Y anteayer, la pandemia de COVID nos mostró que acompañar y ayudar a nuestro vecino era tan fundamental como ponernos la vacuna o mantener la distancia de seguridad: salvaba vidas.
Ahora, gallegos, lorquinos y gente de toda España no dudan en ponerse a disposición de los valencianos y las víctimas de la DANA. Hay una llamada interna, un impulso ineludible que, ante la desgracia ajena, nos empuja a querer ayudar, a querer hacer algo para aliviarla. Unos se tiran al barro a retirarlo y abrir camino, otros ofrecen su comida, su ropa, sus herramientas, su casa; también sus habilidades y su experiencia.
Es emocionante ver las oleadas de solidaridad que brotan tras una tragedia como la vivida en Valencia la semana pasada.
Pero una sociedad no se «salva» solo con solidaridad. Una sociedad debe ser también responsable.
En primer lugar, y en estos momentos tan delicados y críticos, a la hora de ayudar. Hace falta saber gestionar esas avalanchas de voluntarios, de camiones cargados de alimentos, ropa y donaciones para que la ayuda llegue adonde más se necesita cuanto antes. Por eso, a veces, lo mejor que uno puede hacer es quitarse de en medio y no estorbar para que los que saben hagan bien su trabajo.
También creo que es fundamental ser responsables a la hora de informarnos. Que las redes están plagadas de bulos y que muchas veces son algunos medios de comunicación los que nos los lanzan desde sus privilegiadas plataformas tampoco es un secreto. Si algo aprendí de la pandemia fue que informar e informarse (bien) es una tarea, sobre todo, de investigación y de discernimiento.
Esto me lleva a la siguiente cuestión en la que creo que debemos ser responsables, y es en opinar. También el COVID desató una caterva de todólogos, que, además, consideraban que lo que tenían de decir debía ser escuchado por todo el mundo. Y la mayoría bebían de las fuentes ponzoñosas de los bulos. El problema surgía cuando nos hacíamos eco de esas opiniones sólo porque nos cuadraban o nos escandalizaban; pero en realidad no estaban aportando nada positivo, sino todo lo contrario.
También creo que una de nuestras acciones más responsables como miembros de una sociedad moderna, civilizada y democrática es votar. El panorama está regular, lo sé. Sin embargo, considero que es crucial hacer ese esfuerzo. Sí, reconozco que supone un gran esfuerzo darles nuestra confianza a los políticos; pero hay que hacerlo, en primer lugar porque no todos son iguales, por fortuna. Y, en segundo lugar, porque nos va la vida en ello, literalmente.
En cualquier caso, de todos los factores que debemos tener en cuenta para considerarnos una sociedad solidaria y responsable, posiblemente el más importante sea no olvidar: a las víctimas, el barro, el agua. Porque pasará el tiempo y esta desgracia se diluirá y dejará de aparecer en los medios porque será sustituida por otras informaciones, la actualidad será otra y pondremos nuestra atención en otros asuntos. Pero Valencia seguirá estando ahí y ese lodo va a ser muy difícil de limpiar. No lo olvidemos.