Vámonos, que esta familia querrá acostarse. Es lo que todos decimos en cualquier reunión familiar –o entre amigos– llegadas ciertas horas de la noche en hogar ajeno. Al menos es el recurso más empleado por aquellos afiliados a la perseguida corriente del cuñadismo. La verdad es que hay quienes valoran en gran medida a las personas que son capaces de medirse. Las que saben cuándo y cuánto hablar y en qué momentos hay que controlarse. Esto último es muy positivo, sobre todo si aguardan responsabilidades a la mañana siguiente. Pero la expresión tiene su inversa, la de “vamos a dormir, que esta familia querrá irse”. Porque eso sí, igual o más importante que lo anterior es la agudeza para darse cuenta de cuándo te están invitando, más o menos disimuladamente, a coger la puerta. Me refiero a cuando te estás poniendo un poco pesado y ya no pintas nada. A ver cómo me explico. Es algo así como lo que nos viene ocurriendo en los municipios de la Costa del Sol con el tema de la vivienda. Con el agravante de que, en este ejemplo, no te instan a marcharte de casa de tu amigo, si no de tu propia casa.
Si existiese un verdadero interés en que nos quedemos y podamos prosperar donde hemos nacido y crecido, se efectuarían medidas ambiciosas y planes sobre vivienda asequible con el objeto de acotar la especulación inmobiliaria y el alquiler desorbitado. O habría sesiones plenarias donde “constitucionalistas” se enzarzan aludiendo al artículo 47. Es triste, pero admitamos que esto último es tan improbable que da para sketch cómico. Como eso no ocurre, hay que seguir lidiando en la arena, sin escudo ni espada, contra esto que ya toma tintes de desahucio colectivo. La supresión de la Golden Visa no va a evitar que a los malagueños se les vaya el 100% de un salario en un alquiler medio, aunque organismos de control como el Banco de España recomienden destinar el 30% de este. Tampoco, naturalmente, los bloqueos sin alternativa a la Ley de Vivienda.
Mientras tanto en pleno centro de Bruselas, corazón de la Unión Europea, varios ayuntamientos han acordado expropiar 4.500 viviendas vacías que, siendo habitables, no están siendo ofertadas para alquiler o venta. De no ser gestionadas por sus propietarios dentro de un plazo, estas podrán ser requisadas por la administración (por un periodo determinado) para su reintroducción en el mercado como alquiler social. No quiero ni imaginar la avalancha de ruido, alarmismo y vocablos culminados en “-ista” que generaría esta medida de ser legal en estas latitudes. Así que como decía, esto de irse de las reuniones viene a ser lo mismo. Por si quedan dudas, hay una serie de supuestos que no suelen fallar y que aglutino en la siguiente lista: si ves que empiezan los bostezos; no fluye la conversación; nadie te ha dicho que está por sacar el mejor whisky, ó, estás sentado en una silla coja mientras los anfitriones se recuestan en el sofá, todo hace pensar que quieren que te vayas.