Mayo del 68. La universidad gritó en Francia y cambió el mundo. Sus voces resuenan aún hoy en nuestra conciencia colectiva.
A partir de ese momento se produjo un salto cualitativo y cuantitativo en la lucha comunal en forma de movimientos sociales contemporáneos que marcaron un antes y un después en la forma de hacer política. Fue un momento histórico, estudiantil y feminista que miró de frente a los ojos del capitalismo y del imperialismo salvajes, y les dejó muy claro que no deben subestimar el poder de la gente organizada bajo la bandera de los valores sociales, del sindicalismo y de la decencia humanitaria.
Mayo de 2024. El pueblo palestino sigue siendo masacrado. Casi 40.000 personas han sido asesinadas por Israel en la última temporada de terror en la zona; niñas, trabajadores humanitarios, jóvenes, ancianos, hombres y mujeres. Esto solo tiene un nombre: Genocidio.
Frente al Genocidio, nuestras jóvenes gritan. Acampan, denuncian, escriben.
Nuestros estudiantes inundan de decencia social y agallas los pasillos de las facultades y los campus españoles, y propician que las universidades exijan romper relaciones con las de Israel que no se comprometan con la paz.
Mientras tanto, la extrema derecha española, que ni siente ni padece y que prefiere hermanarse estos días con un tal Javier Milei, se dedica a reprender a los jóvenes valientes y comprometidos de su propio país. En lugar de condenar el Genocidio, el reaccionismo anti patriota opta por ser cómplice del gobierno de Israel, por atacar al gobierno legítimo de España, por arremeter contra los valores de la ONU y por violar sistemáticamente los principios de la democracia; los reaccionarios prefieren defender la barbarie y optan por extender su cultura bulócrata al ámbito internacional, jugando con las víctimas del Estado de Israel y de Hammas en la mano, como quien se monta un farol en una macabra partida de póker.
Esos jóvenes a quienes la política capitalista quiere condenar a salarios ínfimos, a viviendas zulo, a la explotación laboral o al exilio intemporal, están demostrando a los españoles, a las españolas y al mundo, que no han sido amordazados por el canibalismo del capital.
Los reaccionarios no dan crédito. Tras años intentando desmontar la conciencia de clase de nuestras jóvenes, legislando para que las nuevas generaciones se olviden del término “derechos”, gobernando para esquilmar las fuerzas e ilusiones estudiantiles con políticas privatizadoras y retrógradas, descubren que es, precisamente el movimiento juvenil en España, el protagonista de esta revolución empática y pacifista.
Don Juanma Moreno I, “El Moderado”, que ha legislado hasta la saciedad para intentar privatizar el sistema universitario andaluz, para intentar humillar a toda familia obrera que no pueda permitirse pagar una carrera en una universidad privada, y que ha intentado condenar a las hijas de la clase trabajadora a la frustración y a la explotación, ha visto estos días que son, precisamente las universidades públicas andaluzas y los hijos de la Andalucía piconera, las pioneros en afirmar que cancelarán los convenios con universidades israelíes que no asuman compromisos con el derecho internacional. Terrible. Tanto esfuerzo clasista, y resulta que estas jóvenes andaluzas tienen los ovarios suficientes para seguir soñando con un mundo mejor; para salir adelante y pelear por los derechos humanos propios y por los ajenos. Quizás Don Juanma ha querido realizar un apartheid de clase en Andalucía en diferido, pero no lo ha conseguido.
El Genocidio en Gaza viola los Derechos Humanos, incumple los principios de la decencia y ataca al corazón de la moralidad internacional. Asesina, bombardea, discrimina, ahoga y mata de sed y de hambre. Los y las estudiantes de este país lo saben, y lo están denunciando. Basta ya de Holocaustos en pleno siglo XXI. Las estudiantes están compaginando su labor y su formación con una revolución constitucional, legal, legítima y leal. Se están jugando el tipo por gente que sufre, que es asesinada y masacrada a miles de kilómetros de distancia. Están dando una clase de decencia, de coraje y de legalidad a toda España, a la Unión Europea, a la ONU, a Estados Unidos y a toda la humanidad.
Hoy, somos los adultos, las profesoras, las instituciones y los gobernantes, quienes debemos tomar apuntes y aprender de ellos.
Este escrito va dedicado a todas y a todos los jóvenes comprometidos de este país.
Ellos son nuestra patria: ellas y sus valores de valentía, compromiso y convivencia democrática.
Si las notas universitarias se midieran por la cantidad de valores, heroicidad y de osadía, la calificación de nuestros estudiantes de la universidad pública sería Matrícula de Honor.
Las jóvenes de nuestro país que hoy se manifiestan son nuestra bandera.
Ellas y ellos son y están haciendo Historia.
Estas palabras que hoy escribo van por y para ellos. Con todo mi cariño, agradecimiento y reconocimiento.