No, no es un castillo al uso. Se trata de la Alcazaba de Málaga, espectadora y escenario de numerosas contiendas y de notables episodios del pasado y presente de una bella ciudad cambiante.
Testigo activo que ha influido en el transcurso del tiempo. Sus murallas, admirable trabajo con pétreos sillares de procedencia romana y de gráciles, a la par que firmes ladrillos, conocen la disciplina de haber tenido la función de defenderse ante los ataques de invasores atraídos por los múltiples atractivos que ofrecía este relevante puerto del Mediterráneo.
A simple vista se aprecia su uso protector, empezando por la Puerta de entrada, original del siglo XV. Sus dos gruesas hojas de madera, forradas con tiras de plancha de hierro, evitaban de esta manera ser incendiadas. La rendición de una ciudad se simbolizaba con la entrega de las llaves a los vencedores.
Torres de diversas épocas, arcos de diferentes estilos y hermosas puertas con fustes de mármol blanco romanos y capiteles corintios, indican la riqueza cultural que tuvo lugar en tiempos pretéritos.
En la zona más inaccesible, en su vientre, tras numerosos corredores y escondrijos para los centinelas, dos lujosas residencias sirvieron para dar cobijo a distinguidos huéspedes: el Palacio Taifa y el Palacio Nazarí. Una triple arquería de herradura con alfiz, que sigue los modelos califales, traslada al visitante a aquel lejano periodo de sultanes y princesas; de cautivadores versos en boca de poetas al atardecer. El pequeño Pabellón de los Arcos Lobulados muestra la asombrosa decoración de lo que posiblemente fuera una zona destinada a las labores de gobierno, allá a mediados del siglo XI. Ya en época cristiana, con techumbre de armadura mudéjar, se mantiene en su sitio original la Sala del siglo XVI, lugar donde se alojó el monarca Felipe IV al visitar la ciudad en 1625.
Restos encontrados de objetos de cerámica, aquí y allá, aportan infinidad de información sobre la vida de sus poseedores, del comercio, de su producción. La actividad alfarera en época musulmana era considerada “nociva y peligrosa”, por eso los alfares se situaban extramuros de la medina. Los alfareros malagueños fueron auténticos maestros y en las excavaciones de la Alcazaba se han encontrado espectaculares piezas en verde y manganeso, y de loza dorada de los siglos XI al XV. Auténticas joyas.
Sus espectaculares vistas, del mar y del interior, seducen desde la falda del venerable monte de Gibralfaro, que con sus 130 metros de altitud fue el lugar elegido en torno al cual los fenicios fundaron MALAKA.
Entonces … ¿todavía hace falta presentar más encantos para visitarla?