Me ocurre casi siempre que, llegando a esta época, pienso en la cifra del nuevo año que entra y me evoca algo moderno. Como futurista. Me pasa con 2024 y me pasó con años anteriores, que me suenan como a coches volando o a Madrid organizando por fin unas olimpiadas. En ocasiones así sucede, y se presencian importantes hitos como la inteligencia artificial, tan recurrida – como controvertida– en este 2023; o los indicios que sugieren que la luna de Saturno pueda albergar vida; o el Ozempic, un fármaco ya comercializado que ha demostrado ser eficiente para combatir la obesidad y las enfermedades cardiovasculares.
Pero es hoy poco creíble esa idea de que el paso del tiempo y la mudanza de año sea sinónimo de avance, al menos no en todos los ámbitos deseables. El propio ciclo vital nos muestra la realidad en un sentido siempre lineal y, consecuentemente, solemos pensar que progresamos de manera inequívoca, cuando lo cierto es que a menudo nos estancamos y, otras veces, directamente involucionamos.
Si tuviésemos que escribir en un papel uno de los objetivos primordiales de la humanidad para este 2024, posiblemente muchos optaríamos por la palabra “ecologismo”. Y pensamos que somos tan avanzados y tan modernos que tratamos de adoptar, en la medida de lo posible, gestos concienciados en nuestro día a día, como desterrar las bolsas de plástico o consumir productos naturales de temporada y cercanía. Sin ir más lejos, hace unos días leí un reportaje sobre un hombre que había remontado su negocio artesanal de bolsas de mimbre ante una demanda inaudita. Es entonces cuando te pega el chispazo en la cabeza y te das cuenta, efectivamente, de que ese progreso en el que confías se basa en hacer todo lo que ya hacía tu abuelo.
En un intento por sostener nuestro orgullo de sociedad vanguardista, afirmamos vivir en los años de mayor apertura y visibilidad sobre las múltiples formas de sentir y de sexualidad del ser humano. Y mientras aguardas en la sala de espera de la peluquería para ponerte a punto de cara a Año Nuevo, abres una revista de historia ya manía y te enteras que en la Córdoba califal había barrios ricos e influyentes habitados exclusivamente por homosexuales; o que ídolos mitológicos como Aquiles o el conquistador más laureado de la historia, Alejandro Magno, se reconociesen hace miles de años abiertamente bisexuales.
Para colmo, llegas a tu casa y te clavas en el sofá, enciendes la tele y aparece Ramón García presentando el Grand Prix, y como ya no te gusta lo que ponen en la televisión, porque eres muy moderno, abres tu plataforma digital de pago para ver la gala que no pudiste ver del renacido formato de Operación Triunfo. Eso o el reencuentro de Los Serrano.
Ya en serio, tenemos como ser humano un privilegio en nuestra mentalidad como es el deseo innato de avanzar, y siempre creemos estar avanzando, y muchas veces ciertamente avanzamos, mientras que otras no avanzamos, y otras, simplemente, deshacemos lo avanzado porque nos damos cuenta que por ahí no estábamos realmente avanzando. Y con esta retahíla, feliz y próspero 2024 a todos los lectores de AZ Costa del Sol.