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disea. Eso es la Paz en pleno siglo XXI. En los últimos días asistimos consternadas a un nuevo conflicto bélico en el mundo.
En pleno 2023 nos siguen asesinando. Escribo con el plural del presente de indicativo de una manera consciente y contundente, porque cada vez que asesinan a un inocente en el mundo, nos asesinan a todas y a todos. No en nuestro nombre. Ya está bien.
El Estado de Israel se creó el 14 de mayo de 1948, cuando el sionista David Ben-Gurión proclamó su independencia en ese territorio, aunque ya existía entonces una población que había vivido en esta región, Palestina, durante siglos. Israel se crea con el apoyo de la comunidad internacional. Sin embargo a día de hoy se sigue sin reconocer al Estado Palestino, algo que muchas estamos reclamando. ¿Es que, quizás, para las Democracias occidentales existen pueblos de primera y otros de segunda?. Por definición geopolítica democrática sería imposible, pero por luchas de poder, por imponer una supremacía religiosa y por explotación económica, se potencia, se crea y se ejerce la confrontación belicista capitalista.
En todo este conflicto y en muchos otros, lo que sí es seguro es que siempre vence la industria armamentística y la banca: el crecimiento del PIB de países como Estados Unidos y Alemania vendiendo armamento a Israel desde el primer día, es un hecho.
La ONU, organización creada por esas mismas potencias democráticas occidentales tras el holocausto de la Segunda Guerra Mundial, elabora y aprueba, el 10 de diciembre del mismo año del nacimiento del Estado de Israel, la Declaración Universal de Los Derechos Humanos. Esta establece en el primer y en el tercer capítulo lo siguiente : “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, así como que “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.” Si esto lo dijera yo que soy feminista y pacifista, la caverna se apresuraría a decirme que soy una soñadora, una ingenua y una histérica, pero no, repito, que no lo digo yo (que también), lo dice la ONU, señores, la ONU.
Entonces, ¿a qué estamos jugando?. Os lo digo. Todo aquel que gobierna sabe que las cosas se pueden hacer de dos maneras: por acuerdo o por confrontación. También sabe que la única manera de hacer bien las cosas es con el diálogo, aunque este discurso vende poco. Asimismo conoce que la guerra y el conflicto sí son muy rentables. Ahí tenemos, por ejemplo, a José María Aznar, que hizo carrera en España y en EEUU de la mano de George Bush y apoyando la guerra ilegal contra Irak, siendo el responsable del asesinato de millones de personas, entre ellos el de José Couso. Y también tenemos a Biden, que fue el otro día a hacerse una foto con Netanyahu para acordar una “ayuda humanitaria”, mientras vende armas a Israel y fomenta un genocidio. El terrorismo es terrible, pero los crímenes de Estado y el cinismo asesino, también. ¿Quiénes son los responsables de que cayera una bomba en un hospital?. Yo, que pertenezco a esa parte del mundo que ha conseguido el derecho al voto y a la educación librando y venciendo una y mil batallas de una manera pacifista, afirmo que los máximos responsables son aquellos cobardes capaces de golpear a quien está en el suelo; quienes le dan la mano a los genocidas y asesinan a nuestras niñas sabiendo que pueden hacerlo para enriquecerse y con total impunidad.
Otra manera de hacer las cosas es posible. Porque cuando existe un contexto pacífico, de diálogo, basado en el equilibrio territorial internacional y en el comercio justo, ganamos todas. Pero claro, para ello hay que tener los ovarios de enfrentarse a los que tienen el poder, mirarles de frente y decirles: “se acabó este orden establecido. Ahora se van a respetar los Derechos Humanos en el mundo.” Esto nunca ha sucedido, porque gobiernan la testosterona y el egoísmo. Aún no reinan la sensatez, el civismo y el feminismo, pero todo llegará.