Bailó en Málaga, en Sevilla, en Madrid, en Londres, en Nueva York. Bailó ante Ava Gardner, ante Frank Sinatra, ante los Reyes de España. Hoy tiene 83 años y sigue bailando aún. El flamenco más longevo, más singular, más libre. Este 2023 celebra 70 años sobre las tablas. Y todavía queda Carrete para rato.
La escultura impresiona. Tiene tamaño real, los dos brazos en alto, uno extendido, el otro flexionado, los dedos abiertos. Es curioso cómo, siendo claramente una estatua, resulta a la vista puro movimiento. Como si el bronce estuviese a punto de sacudirse en el aire, de echarse a bailar. La obra saluda desde principios de año a los viandantes que pasan por la Plaza Costa del Sol de Torremolinos. Un homenaje a una gloria del flamenco, a un artista internacional que se ha codeado con Camarón, con Paco de Lucía, con Antonio Gades. Él es el único que los ha sobrevivido a todos. Una leyenda viviente. Y danzante. Porque hoy sigue zapateando y alzando sus brazos, día tras día, con sus 83 años. Su nombre es José Losada pero el mundo entero, desde Málaga a Nueva York, lo conoce como ‘Carrete’, el Fred Astaire gitano.
La figura de Carrete de Málaga es la de un hombre singular, como nacido de una raza propia. En todas sus entrevistas hay dos preguntas que no faltan: lo de su nacimiento y lo de Fred Astaire.
La primera porque, aunque parezca mentira, Carrete no sabe qué día nació. De hecho, el primer espectáculo que hizo hace años sobre su propia vida se llamaba así: “No sé la edá que tengo”. Hoy la sabe más o menos, sobre todo gracias a la labor de investigación de su biógrafo, el flamencólogo Paco Roji. Él mismo se ocupó de ir a buscar su partida de bautismo hasta una pequeña parroquia de Granada. A partir de ese papel pudieron ir reconstruyendo más o menos su pasado del que Carrete guarda algunos recuerdos igualmente singulares: que nació en una era, que le cortaron el cordón con una tijera de pelar burros, que en las cunetas su madre –María “la carreta”, de la que cogió el nombre artístico- le ponía a bailar sobre las espigas, que a veces no tenía para comer, que era pobre y libre como los animales, que iba desnudo y sólo tenía un abrigo.
Carrete no sabe qué día nació, ni tampoco dónde.
En internet se menciona Antequera, también Granada, pero en el fondo poco importa para alguien de sangre trashumante en las venas. Carrete no es de ningún sitio en concreto, Carrete es del mundo. “Él si va a Granada dice que nació allí, si está en Málaga dice que nació en Málaga, en Sevilla aprovecha y dice que los primeros años los pasó en Sevilla. Él ha estado en mil sitios y como es tan inteligente lo aprovecha, él se acopla allá donde vaya”, cuenta a Once Soles Paco Roji, quien escribió junto a Francis Mármol la biografía “Carrete al compás de la vida: aventura y desventuras de un bailaor diferente”. Desde entonces, él mismo lo acompaña en todas y cada una de esas aventuras y desventuras.
Volviendo a las preguntas de siempre, lo de Fred Astaire es otra de sus anécdotas inevitables. Lo vio por primera vez en pantalla grande en el ya extinto Cine Rialto de Málaga. La imagen de aquel hombre saltando sobre sus zapatos de claqué impactó en la mente de aquel joven Carrete, pensó que era un gitano que bailaba por bulerías. “Lo vi y fue como ver una golondrina en el escenario», comentó una vez.
Inspirado por el famoso bailarín americano empezó a bailar, al principio descalzo para ganarse la vida. Sin maestros, él solo, el hambre lo convirtió en bailaor y su propia constancia e instinto hizo de ese bailaor una estrella.
“¿Qué cree que le hace a usted tan especial como bailaor?”, le preguntaron a Carrete hace unos años.
“Yo me dejo llevar por lo que sale de dentro de mí –dijo-. Se me va abriendo el corazón y ya no hay quien me pare”.
Un idilio eterno con Torremolinos
Carrete no sabe dónde nació, no tiene una tierra madre, pero sí una madre adoptiva, la ciudad de Torremolinos. Allí llegó en los años 50 cuando Torremolinos empezaba a convertirse en ese edén deseado por nobles, princesas y actores de Hollywood. Allí comenzó sus primeros pasos, más bien taconeos, como bailaor profesional en lugares como el Hotel El Remo, Las Cuevas de La Alhambra, El Jaleo. Durante años le vieron bailar figuras como Frank Sinatra, Ava Gardner, Brigitte Bardot, Anthony Quinn, Yul Brinner.
También se hizo muy amigo por entonces de un joven cantaor llamado Chiquito de la Calzada con quien hizo pareja artística. Fueron años de brillo, de fiesta, de baile hasta romper los pies, que empezó a compaginar con sus idas y venidas a Madrid donde también comenzó a desplegar su arte por los tablaos más populares. A finales de los años 60 Carrete se instaló de manera permanente en su Torremolinos querida. Allí llegó a
montar su propio tablao y aunque entonces ya era bien conocido en el mundo del flamenco y el espectáculo, lo mejor estaba por llegar. El éxito en letras grandes le vendría a la madurez, con casi 65 años, tras su intervención en 2005 en la primera Bienal de Flamenco de Málaga. Tras ella vino la segunda Bienal, en 2007, cuando estrenó su obra “Yo no sé la edá que tengo” y, ahí sí, su ascenso fue imparable.
“Los últimos años se han convertido en una locura”, asegura Paco Roji. “El éxito ha sido tardío pero ha llegado, porque a nadie le ponen una estatua estando en vida, le hacen todos los homenajes que le hacen, le hacen una película”, asegura. Y todo es fruto de su constancia, dice el biógrafo, pero sobre todo de su talento salvaje, de su forma única de bailar.
Un bailaor “explosivo”
Para Carrete el arte y la vida siempre fueron de la mano, no hubo una sin el otro, el baile fue su única apuesta, radical y definitiva. “Me tiré de un puente y el viento me sostuvo”, llegó a decir en una entrevista. Aunque más que el viento, lo que le sostuvo fue el aleteo único de sus manos y sus pies, el talento de aquel hombre-golondrina, tal como y aprendió de su ídolo.
Su personalísimo estilo desafió el canon y las imposiciones del flamenco, el “los- hombres-bailan-así”. A él le dio igual. Si hasta entonces los bailaores basaban su arte en la fuerza única de los pies, constreñían todo el coraje y el movimiento de cintura para abajo, él liberó las manos, se expresó con sus brazos, con su pecho, con su cara, con el cuerpo entero. Se elevó diferente a todos los demás.
“Hay muchos tipos de baile –cuenta Paco Roji- y, en el caso del hombre, éste suele usar mucho la fuerza de los pies, de la media cintura para abajo, pero Carrete tiene un poco de todo. Al tener los brazos y las manos muy grandes y, como dice él, esa nariz tan expresiva pues lo aprovecha en sus gestos, sus movimientos. Además, tiene muy buen taconeo, es enigmático, intuitivo, se acopla al sitio donde está para bailar de una forma u otra, es camaleónico, explosivo”.
Tan explosivo que en los tablaos es conocido por ser el único bailaor capaz de “reventar” de ritmo a los músicos que lo acompañan. Un nervio innato que él viste siempre de elegancia, con su sombrero, su chaqueta, su corbata, su bastón. “Él cuida mucho su ropa, su imagen. Es una persona que simplemente verlo sentado ya te llama la atención”, dice el biógrafo.
Es el estilo de Carrete, un estilo “señorial”, palabra que le encanta. Fue acabar los años de bailar sin zapatos y él se pusofinoyelegante,comoun pincel. Como Fred Ataire en “Sombrero de copa”.
2023, Año Carretiano
Si el 2023 ha sido bautizado en Málaga como el año Picassiano, en el mundo del flamenco el 2023 ha sido el año de Carrete o “Carretiano”. Este año se cumplieron 70 años desde que Pepe Losada, Carrete de Málaga, empezó su carrera profesional, una cifra que se ha celebrado con todo tipo de homenajes dentro y fuera de nuestras fronteras.
“Han sido más de 30 actividades en todo el año, un año maravilloso”, asegura Roji.
El hito más significativo: el viaje de Carrete a Nueva York. Allí actuó en el Skirball Center del Greenwich Village como artista invitado del cantaor Miguel Poveda. Cuando acabó de bailar, la ovación duró 12 minutos.
«He tenido muchas alegrías a lo largo de mi trayectoria, pero poder bailar en un escenario americano como Fred Astaire ha sido la satisfacción más grande de mi vida”, contaría después.
Aquella experiencia inolvidable quedó registrada en un documental que también se ha estrenado este año, ‘Quijote en Nueva York’, dirigido por el malagueño Jorge Peña. Aun así el paso de Carrete por la Gran Manzana no ha sido el único gran estreno internacional. Meses después el artista dejaría su impronta en el Teatro Sadler’s Wells de Londres, donde puso en pie al público durante tres funciones consecutivas.
Aparte, no hay que olvidar todos los homenajes recibidos, como el que le hizo su ciudad –Torremolinos- en febrero o el emocionante descubrimiento de su estatua. Así hasta acabar el año con otro reconocimiento importantísimo, el premio Leyenda del Flamencoqueleconcedió la ciudad de su amigo Camarón. Carrete es el primer bailaor que recibe este premio. Un brochemagnífico para este año Carretiano que no tiene ganas de acabar. Porque, según cuenta Paco Roji, ya andan preparando nuevos proyectos para el que viene.
“Carrete y yo llevamos 17 años juntos y la experiencia de este año ha sido maravillosa, de verdad, sobre todo por el placer de acompañarlo. Últimamente cada vez que lo veo bailar me hincho de llorar. Lo nuestro es un binomio padre-hijo- amigo. Todo. El año que viene queremos seguir danzando, siempre que él tenga ganas, siempre que pueda”.
De momento puede más que nadie y así lo demuestra cada día en su estudio de Torremolinos, en los bajos de su casa, donde sigue a sus 83 dando clases de baile. El día que no enseña, ensaya. No para quieto. El corazón, como siempre, conectado a las manos y los pies. Y quizá el día que pare uno, pararán todos. Mientras tanto, vida y arte aletean. A su propio aire.