Marbella es playa, Marbella es mar, Marbella es lujo, puerto, gastronomía. Pero sobre todo Marbella es pueblo. Pueblo blanco. Heredero de la antigua medina que fundaron a su paso los reyes de Al-Andalus, pervive como ayer, en el corazón caliente de un bullicioso casco urbano, el centro histórico de Marbella.
Aquella Marbiliya árabe continúa hoy esculpida en esas calles que se enroscan a otras calles, que de repente se abren y hacen plazas, que se visten con macetas de colores, que susurran con el arrullo de sus fuentes.
Vibrante y políglota en verano, sereno y encantador en invierno, el centro histórico de Marbella cautiva por igual al autóctono y al visitante, quién sabe si por la paz de sus fachadas blancas, por sus callecitas íntimas y sinuosas, por la complicidad de las flores que se arrebujan en cada ventana, como si la primavera aguardara dentro, sea cual sea la estación.
Desde luego algo tendrá este lugar que engrandece con solo pasearlo. Un lugar por el que desviarse siempre, aunque ni siquiera haga falta pasar. Un enclave para el ocio y el descanso, pero también un guardián de la memoria de la ciudad y sus pobladores. Si las rutas por lo general se diseñan para encontrar, aquí proponemos una ruta para perderse. Un mapa abierto, maleable, donde no hay un solo tesoro, si no varios. Cualquier orden es válido, basta con abrir bien los ojos y dejarse llevar.
La muralla de Marbella. El castillo es el más importante vestigio que se conserva de la vieja Marbiliya. Edificado como fortaleza para proteger a la ciudad, se conservan aún importantes restos de lo que fueron sus murallas -de los siglos XI y XII-, que resguardaron el perímetro de la vieja medina musulmana hasta su rendición ante los Reyes Católicos en 1485. La muralla de Marbella está declarada actualmente como Bien de Interés Cultural.
La Plaza de los Naranjos. Se llama “de los Naranjos” desde los años cuarenta por la abundancia de estos frutales que la perfuman, pero antes se llamó Plaza Mayor, Plaza del Ayuntamiento, de Riego, de Isabel II, de la Libertad, de la Constitución, de las Palmeras. En todo caso esta plaza es uno de los lugares más icónicos de Marbella. En su lateral central destaca la fachada del Ayuntamiento, de estilo renacentista y coronada por un antiguo reloj solar. Otro rincón singular está en la Casa del Corregidor. Para verlo hay que elevar la vista. Sobre la terraza de un conocido restaurante encontramos los restos de este edificio histórico construido en 1552 y del que aún se conservan intactos un mirador y una preciosa fachada de piedra.
Calle Ancha. Son muchas las calles por las que distraerse en el centro de Marbella, si bien la calle Ancha es una visita obligada. Junto a una de las antiguas puertas de entrada a la ciudad, la puerta Norte, se sitúa una de sus calles más señoriales. Por la calle Ancha uno puede pasear entre viviendas nobles, elegantes y coloridas, sembradas de flores, ejemplos perfectos de la arquitectura del barroco andaluz.
Hospital Real de la Misericordia. Conocido por los habitantes de Marbella como “Hospitalillo”, fue ordenado construir por los Reyes Católicos a finales del siglo XV. Según documentos de la época, fue citado ‘Hospital Real’ para que en él pudieran curarse las personas forasteras. Merece la pena visitar este lugar por sus eventos –hoy se utiliza como centro cultural- y su bello patio porticado.
Museo del Grabado Español. Inserto en un palacete renacentista, en el antiguo Hospital Bazán, se encuentra la sede del Museo del Grabado Español Contemporáneo. Esta institución cultural –la más destacada de la ciudad- fue inaugurada en 1992 con una donación de 1.350 obras gráficas. Junto a autores más contemporáneos, el museo exhibe actualmente litografías, aguafuertes o estampas de otros artistas clásicos como Goya, Picasso, Miró o Dalí.
La Iglesia de la Encarnación. Cuando los Reyes Católicos reconquistaron Marbella se cree que transformaron la mezquita en lo que hoy es la Iglesia de la Encarnación. La Iglesia llama la atención, en primer lugar, por su tamaño, pero también por su sobrecogedor interior de tres naves, su fachada rococó o su órgano del Sol Mayor, datado de 1975. Otros templos destacados en el centro histórico de Marbella son la Iglesia del Santo Cristo de la Vera Cruz -uno de los más antiguos -, la Capilla de San Juan de Dios o la Ermita de Santiago.
La virgen de los Dolores. Asomada a su balcón azul sobre un lecho de flores. Así recibe la Virgen de Dolores a sus visitantes al fondo de una calle empinada que lleva su mismo nombre. Esta bellísima capilla callejera, rodeada de vegetación es, seguramente, uno de los rincones más especiales del centro de Marbella.
Centro Comercial Abierto. Para comer, para comprar, para regalarse un bonito recuerdo. Más de 400 establecimientos componen el Centro Comercial Abierto de Marbella. Repartidos por las calles y plazas del casco antiguo encontramos todo tipo de tiendas ya sean de moda, complementos, artesanía, suvenires o productos gourmet. También hoteles. Y por supuesto restaurantes. De todo tipo. Cocina nacional e internacional, propuestas modernas y de lo más tradicionales. Entre ellas destaca precisamente una de las cuatro estrellas Michelin que en estos momentos ostenta Marbella, el restaurante Skina –con dos estrellas-. Un delicioso y cálido rincón donde disfrutar de la cocina andaluza más exclusiva. Tanto que solo está reservada para diez comensales cada vez.
La Alameda y Avenida del Mar. Por último y, aunque se sale estrictamente de los límites de la vieja medina, sería un delito abandonar el centro histórico sin visitar su preciosa Alameda. A solo un cruce de la Avenida Ricardo Soriano encontramos este exuberante jardín, orgullo de la ciudad desde el siglo XVIII. Un pulmón fresco donde abundan singulares especies botánicas e irresistibles bancos donde sentarse a disfrutar de la sombra. La Alameda se abre a continuación a una avenida, la Avenida del Mar, decorada de palmeras y estatuas en bronce de Salvador Dalí. Un camino abierto que conecta el centro con sus largas playas. Pero eso ya es otra historia.