Su descubrimiento se remonta a los años 60. En concreto al año 1969. Por entonces llegó a los oídos del investigador Manuel Giménez Gómez la existencia de una curiosa cueva en Benalmádena, la “cueva del toro”, un lugar conocido popularmente por los vecinos pero nunca explorado.
Fue en una segunda exploración cuando llegó hasta ese punto más profundo y descubrió un hallazgo que, sin saberlo, sería fundamental para los estudios sobre el arte prehistórico tal y como lo conocemos. Descubrió en la superficie de sus paredes unos vestigios de pintura roja, entre los cuales algunos parecían representar una figura animal, una visión muy esquemática de un toro. Manuel Giménez, acompañado por el compañero Javier Fortea, tomaron en posteriores visitas calcos y fotografías de las pinturas y dieron cuenta del descubrimiento a la Delegación Provincial de Bellas Artes de Málaga.
Los resultados de su investigación se publicaron en 1972 en la prestigiosa revista Zephyrus, un paso determinante para permitir la protección de la cueva que pasaría a ser denominada en 1985 como Bien de Interés Cultural (BIC),lamáximafigurade protección patrimonial en España.
Un santuario paleolítico
Las pinturas de la Cueva del Toro se dividen en tres grupos tanto por su temática como por su localización. El primer grupo, lo constituyen tres trazos verticales de 18 centímetros de color rojo muy desvaído, pero que pueden reconocerse sin dificultad muy cerca de la entrada de la cueva.
El segundo grupo lo integran la figura del bóvido de color rojo fuerte rodeado de una serie de puntuaciones de color negro en la zona del pecho a lo largo de una pared amplia y lisa. El dibujo de este toro de 53 x 43 centímetros es muy particular y abstracto, intensamente indicado se distingue el arranque de la cerviz y la mandíbula inferior, pero al dibujo –cosa poco habitual- le falta la cabeza. Además, sus cuartos traseros están simplemente iniciados y, en cuanto a las patas, sólo se ha representado una por par en su tercio superior. En el dibujo se advierte también una breve línea de pelaje.
Por último, el tercer conjunto está constituido por dos puntos rojos de 2 centímetros de diámetro que se encuentran en el fondo de la cueva, a unos 7 metros del toro, en un lugar difícil.
La disposición de todas estas figuras -los signos de entrada, los animales, los signos periféricos- permitieron hipotetizar ya entonces que en esta cueva pudo haber un santuario paleolítico. Sus muestras de pintura, de hecho, serían similares a las encontradas en otros emplazamientos como el yacimiento de Ardales, en el que en 2018 quedó probado, con exámenes realizados en laboratorios, que por su antigüedad hace 65.000 años -25.000 años antes de la llegada de los primeros sapiens – sus autores solo podrían ser neandertales.
El mensaje escrito en la Cueva del Toro podría conectar por tanto nuestra civilización con un grupo de neandertales de hace 65 mil años, un hito histórico que sin embargo no evitó que la cueva cayese en el olvido. Durante cincuenta años, tras la visita de los primeros investigadores, el viejo santuario quedó abandonado y a la mano del vandalismo más desaprensivo. Sus muros ancestrales se cubrieron de grafitis, incluyendo los muros que albergan esa preciada joya del arte rupestre.
Una nueva investigación con resultados sorprendentes
Desde hace un par de años el Ayuntamiento de Benalmádena, de la mano del mundo académico, se dispuso a poner fin al terribleabandono de la Cueva del Toro, convirtiendo este yacimiento en “punta de lanza” de la investigación arqueológica mundial.
«Se trata de una cavidad ‘excepcional’ para el estudio del arte prehistórico europeo, que arroja arte rupestre inédito, eminentemente abstracto, elementos
que no podemos asociar con figuras reconocibles por el ojo humano moderno», aseguraron al conocerelyacimientolos promotores de ‘FirstArt’, el proyecto de investigación internacional que hoy agrupa a una docena de científicos de seis países para analizar in situ el arte prehistórico de esta cavidad con el objeto de determinar quién pintó efectivamente esos dibujos y si es posible conectar la Costa del Sol con los neandertales.
“En caso de afirmarse la presencia neanandertal en la Cueva del Toro, confirmaría que el origen del arte no fue con nuestra especie, el homo sapiens sapiens, sino que otras especies precedentes también tuvieron esta inquietud artística o cognitiva”, explica el director del proyecto e investigador de la Universidad de Cádiz, Diego Salvador Fernández.
De confirmarse este hallazgo en Benalmádena sería un paso más para el cambio de paradigma en la interpretación de la pintura rupestre, ganaría fuerza la hipótesis que viene afirmándose desde 2018 y probaría la idea de que las manifestaciones gráficas son mucho más antiguas de lo que se ha defendido de manera tradicional.
La iniciativa investigadora –que cuenta con el apoyo y la colaboración de National Geographic- contempla tres proyectos para poner en valor la cueva: la investigación, la conservación y documentación a través de técnicas tridimensionales, junto a la protección especial y la divulgación del yacimiento.
“Estamos intentando extraer muestras de urano-torio para conocer la antigüedad de este arte, así como muestras de ADN que averigüen qué grupo humano es el que desarrolla estas creaciones artísticas”, explica Fernández.
Por el momento no existen resultados numéricos, ya que los muestreos del ADNseestánprocesando en laboratorios de la Universidad de Nanjing (China), que participa en el proyecto al igual que el Instituto Max Planck para la Antropología Evolutiva en Leipzig (Alemania), puntero en su trabajo sobre el ADN mitocondrial de los neandertales.
Aunque todavía es pronto para concluir la autoría de las pinturas, lo que sí se ha constatado ya –explica el director del proyecto- es la presencia en la zona de industria típica de la época neandertal, herramientas realizadas en piedra que “aseguran la presencia del neandertal en la Cueva del Toro”, aunque aún estáporsaber“cómohan llegado hasta aquí”.
La Cueva del Toro de Benalmádena ha recuperado al fin la importancia capital que le atribuyeron los primeros investigadores en los años 60. Quién sabe si estos nuevos estudios nos permitirán retrotraer el origen del arte más allá de nuestra especie. Mientras tanto, lo que es seguro es que la cueva se incorporará como un imprescindible atractivo más para el patrimonio de la Costa del Sol.
Ya en 2023 vecinos y visitantes tuvieron la oportunidad de visitarla en compañía de una treintena de investigadores de España, Portugal, Inglaterra, Italia, Alemania y China con motivo de las primeras Jornadas de Arqueología Prehistórica y Arte Rupestre. Un primera toma de contacto que seguro tendrá continuidad en el futuro para acercar a los ciudadanos a este inédito umbral de nuestra Historia.