Existen personas llenas de coraje, luz y entusiasmo por promover valores en la sociedad de manera casi vocacional. Estos, sin perseguirlo, se convierten en auténticos líderes sociales aclamados por miles de personas que se identifican con sus ideas. Lola Cabrillana es, sin lugar a dudas, una de ellas.
Mujer, gitana, maestra y escritora. En ese orden. Así se describe ella misma. Nacida en Málaga pero criada en las orillas de Benalmádena, ha vendido ya siete ediciones de su novela ‘La maestra gitana’, es profesora en un colegio concertado en La Palmilla y ha sido reconocida con el Premio a la Solidaridad por la Fundación Secretariado Gitano. Y todo ello, sin abandonar el mercadillo ambulante, un lugar que asegura sentir como hogar.
Así lo cuenta en una entrevista para Once Soles donde asegura que el mundo de la escritura le inquietaba desde bien pequeña. Con tan solo cinco años, escribía cuentos que regalaba a sus amigos. Luego comenzó a venderlos en la playa. Un juego de cría que, en el futuro, terminaría por convertirse en toda una realidad, dejando a un lado la fantasía para compartir a través del papel la realidad del pueblo gitano.
Todo empezó como nacen muchas historias. En una tarde de verano. Conversando junto a su hermana, comenzaron a buscar ideas para escribir su novela: “Siempre quise escribir una, mi prima y mi hermana me animaron”. Y no solo ellas. También los miles de seguidores de su cuenta en X (antes Twitter), @de_infantil, que después de leer sus atrapantes hilos, le pedían que traspasara las historias al papel. Y así fue.
“Cogimos diez historias reales de mujeres de nuestro alrededor que habían sufrido racismo por ser gitanas, intercambiamos sus nombres y profesiones para que no se reconociesen y empecé a escribir”, explica. Fue así como consiguió autopublicar su primera novela, ‘Voces color Canela’. Cuando todavía no había asimilado este primer éxito, ya estaba escribiendo la segunda, ‘La maestra gitana’. A día de hoy, sin acreditar lo que ya ha logrado, ya está en la calle la tercera, ‘Las cuatro esquinas del mar’.
Quizás sea la historia de su protagonista, la de ella misma o la vida cotidiana de su padre la razón de haber cautivado a miles de lectores. O la de su madre y la de su numerosa familia gitana, afincada en la Costa del Sol desde hace generaciones. También por aquello de que todos los escritores narran lo que han vivido o por el mensaje social que estas novelas esconden.
Ella, al menos, lo tiene claro. Un nexo común marcado por un objetivo, el de “ofrecer una mirada limpia y diferente hacia el pueblo, la cultura y la historia gitana”. Una realidad que, asegura, “ser aún invisible” y que se encuentra “contaminada por la imagen vendida en las series, programas de televisión o medios de comunicación”.
“Nos han hecho creer que las familias gitanas son aquellas que venden droga, que cumplen ciertos estereotipos. Pero la realidad va mucho más allá de ello. Existe una gran diversidad en el pueblo gitano, pero somos invisibles”, reivindica Cabrillano.
De todo ello reconoce que lo que más le llena es “recibir mensajes de niñas que quieren seguir estudiando”. Aunque asegura que no todo es de color de rosas: “He vivido escenas de racismo durante toda mi vida. Desde pequeña hasta el día de hoy. Me han quemado mis novelas, me han mandado mensajes de odio donde me aseguraban que no iba a triunfar por ser mujer. Por una parte es positivo, es la señal de que vas en buen camino, estás molestando”, explica emocionada.
Pero el amor y arrope de sus lectores es el motor para “seguir en la lucha”. Así lo siente en cada firma, formación o charla en algún instituto: “Cuando tienes un cariño desmesurado de la gente y ves las caras de los niños y niñas ilusionados, con el deseo de conocerme y ese feedback maravilloso, todo merece la pena. Sin duda, una de las experiencias más bonitas de mi vida”, cuenta.
“Ser mujer gitana es difícil, estamos doblemente invisibilizadas”
En todos los episodios donde ha sufrido racismo, hay un factor que influye aún más en ello. El de ser mujer: “Para nosotras siempre es más complicado. Eso no hace falta justificarlo. Solo hay que ver la sociedad y los altos cargos directivos y ver dónde están las mujeres para entender que esto tiene que cambiar”, afirma. No obstante, asegura que “la mujer gitana va evolucionando más rápido de lo que parece”.
“Hace poco estábamos cerrados sin que nadie que nos acogiese fuera, ni el sistema judicial ni el social. Y ahora hay un gran salto. Son las mismas mujeres mayores las que escogen su espacio. Pero está claro que ser mujer y gitana es muy difícil, estamos doblemente invisibilizadas”.
Toda una historia silenciada
La autora asegura que lo que más le llama la atención a todo aquel que lee sus novelas es, precisamente, el desconocimiento de la historia del pueblo gitano: “Les sorprende que nuestra historia haya sido silenciada y no aparezca en los libros de texto ni en los de historia. La gente desconoce todo lo que hemos sufrido”, recalca.
A la pregunta de cómo valora la situación actual, Cabrillano asegura sentir una involución: “Vamos para atrás, las minorías y lo diferente hoy en día no tienen cabida. La historia está siendo muy cíclica. Lo que más me sorprende es ver que ahora no hay que esconderse por ser racista, sino que se dice con orgullo”.
Una situación que, tal y como asegura, está condicionada por las redes sociales: “El anonimato da pie a que puedas decir todas las barbaridades que quieras. Te encuentras de todo un poco. Es la realidad y es algo que tienes que lidiar con ello. Como escritora gitana me pasa”, explica.
De realidad no solo habla en las páginas de sus novelas, sino también en el aula con sus alumnos: “Tengo una alta población gitana en mis clases, pero también musulmana, existe una gran diversidad cultural. Mis niños no solo están acostumbrados a vivirla, sino que disfrutan de ella. Es lo que me gusta trasladarles, que cada uno disfrute desde su propia identidad del resto de culturas”, indica.
Por ello, no cabe la menor duda de que Lola Cabrillano es una de esos seres que desprenden luz. Posee una mirada limpia, la misma que ella quiere trasladar al resto de personas, la del respeto por lo diferente, lo diverso y lo auténtico. Porque, tal y como ella asegura, “nadie quiere integrarse en un grupo si ello conlleva renunciar a su propia esencia”.