Corrían los años 70 cuando un grupo de apasionados del flamenco en Estepona se reunía cada viernes en el Bar ‘La Peña’. Estos encuentros, llenos de bailes y guitarras -con algún que otro café ‘aliñao’ entre cante y cante-, reunían a un círculo de aficionados unidos por un mismo fervor: preservar el flamenco y la cultura andaluza. Con cada encuentro, se sumaban nuevos amigos, hasta el punto de que el bar llegó a sentirse como un rincón reservado exclusivamente para ellos.
Estas reuniones espontáneas, que comenzaron como una expresión de amor por el arte flamenco, acabarían por formalizarse en 1973 con la creación de la Peña Flamenca de Estepona. Así, nacía una nueva asociación cultural sin ánimo de lucro con una misión clara: «Promover el flamenco y proteger su legado para que siempre permanezca vivo en Estepona».
Alfonso Medel, quien ha presidido la Peña Flamenca durante más de quince años, relata cómo este proyecto se ha convertido en su hogar: “Aquí todos los que trabajamos lo hacemos por amor al arte, somos aficionados al flamenco y queremos mantenerlo en el pueblo. Intentamos organizar actividades para agradecer el apoyo a todos nuestros socios; ellos son el pilar fundamental de todo esto”, explica en entrevista con ONCESOLES. Medel asumió la presidencia por primera vez en 1982, un rol que mantuvo hasta 1991, y en 2010 volvió a encabezar la directiva. Para él, la peña es más que una asociación cultural: “He trabajado aquí casi toda mi vida; nadie gana nada, pero recibimos mucho. Para mí, tiene un valor sentimental inmenso, he luchado por ella y sigo haciéndolo con orgullo y cariño”.
Hoy, la Peña Flamenca de Estepona se enorgullece de ser la más antigua de la Costa del Sol, solo por detrás de las instituciones de la capital malagueña. En 2023, celebró sus cincuenta años de existencia, un hito que simboliza su influencia y crecimiento en la escena flamenca local e internacional. Sin embargo, mantener la asociación no ha sido tarea fácil. Como apunta Medel, la entidad ha enfrentado períodos difíciles en los que el apoyo y el compromiso de sus socios han sido cruciales. Actualmente cuenta con 110 socios activos, aunque en su época de mayor apogeo llegó a tener casi 500.
A lo largo de los años, ha cambiado de ubicación varias veces, desde su primera sede en la urbanización Terrandera hasta pasar por lugares emblemáticos como la bodega ‘El Trillo’ y un local en la calle Barcelona. Finalmente, se estableció en la Plaza Armadas, en un espacio amplio y acogedor, decorado con la estética tradicional andaluza y cargado de la esencia del flamenco. “Es una de las peñas más grandes de Andalucía”, afirma con orgullo Medel.
Este pintoresco lugar continúa siendo, después de medio siglo, un lugar de encuentro, aprendizaje y pasión donde el flamenco vive en su forma más auténtica. Su historia no solo representa el compromiso de un grupo de aficionados por mantener vivo este arte, sino también el valor cultural que el flamenco tiene para Estepona y Andalucía. Gracias al trabajo desinteresado de sus socios y a la dedicación de personas como Alfonso Medel, la Peña Flamenca de Estepona sigue siendo un símbolo de identidad y una defensa viva del patrimonio flamenco en la Costa del Sol.
Un recuerdo a los años dorados: La visita de Camarón, José Mercé o José de la Tomasa
La peña vivió lo que su presidente describe como una auténtica “época dorada”, una etapa en la que sus tablaos acogieron a algunas de las figuras más legendarias del flamenco. Por estos humildes escenarios pasaron artistas de la talla de Camarón de la Isla, José Mercé y José de la Tomasa, dejando su huella en un espacio que se ha convertido en un referente del arte andaluz. “Aquí han venido muchos grandes flamencos, empezando por el más grande, Camarón”, recuerda Midel, orgulloso de la historia que aún palpita en las paredes de la peña.
Era él quien se encargaba de gestionar las actuaciones, negociando con el representante de los principales artistas flamencos de la época, conocido como «Pulmón». “Él me enviaba la lista de precios y comenzaba ‘el regateo’, que siempre se hacía en las peñas”, rememora entre risas. Estas actuaciones, de elevado costo, eran financiadas por los socios, que asumían el precio para traer a Estepona a los mejores exponentes del flamenco.
También se celebraban importantes festivales de flamenco en la Plaza de Toros de Estepona, donde el público podía disfrutar de leyendas como El Lebrijano, Tina Pavón y Fosforito, grandes nombres que estaban “en primera fila” de la escena flamenca de entonces.
Sin olvidar el ‘Concurso Escuela Cantaora’, un certamen de baile y cante que alcanzó renombre nacional y atrajo a jóvenes talentos de toda España. “Llegó a ser un concurso muy importante. De aquí salieron bailaoras de gran nivel, como Sara Baras”, señala Midel. Este evento, subvencionado por el Ayuntamiento, se celebraba cada sábado durante varios meses y llenaba la peña de actividad y talento emergente. Entre las anécdotas de aquellos años, Midel recuerda cuando una niña de solo doce años, Patricia Valdés, se presentó en el concurso: “Un miembro del jurado me dijo ‘Alfonso, esa niña es el primer premio’. Y yo le respondí que aún quedaban muchas por venir. Pero él insistió: ‘Para ganarle a esa niña, tendría que venir Antonio Gades, y Antonio Gades no va a venir’. Así fue”.
Escuelas de Baile y Cante: Preservando el Legado Flamenco y Formando Nuevas Generaciones
Todo lo que se coció en aquellos años dorados, no podía dejarse morir. Por ello, uno de los objetivos primordiales de Medel al asumir la presidencia fue abrir espacios educativos para preservar el legado flamenco en la localidad. Así, en 1992, se inauguran sus escuelas de baile y cante, un proyecto que ha crecido hasta convertirse en un referente en la enseñanza de este arte en la comarca.
Según relata Medel, las escuelas cuentan con alumnos de todas las edades, desde jóvenes que se inician en el flamenco hasta adultos que buscan perfeccionar su técnica. La formación se mantiene accesible para la comunidad local: la peña proporciona los espacios y facilita la gestión de las aulas, mientras que los profesores independientes se encargan de cobrar sus tarifas al alumnado, destinando un porcentaje a la asociación para contribuir al mantenimiento de la misma.
En estas aulas no solo preparan a estudiantes de alto nivel, sino que además transmiten la pasión por el flamenco a las generaciones más jóvenes de Estepona, garantizando que este arte siga vivo en la localidad. Para Medel, la enseñanza en la peña es mucho más que formación técnica; es una apuesta por la disciplina y el amor al flamenco como un legado cultural que merece ser respetado y perpetuado.
Los próximos pasos de la Peña Flamenca de Estepona: Un legado que permanece vivo
Hoy, después de más de cincuenta años, la Peña Flamenca de Estepona sigue latiendo con la misma pasión de aquellos primeros encuentros en el Bar ‘La Peña’. Generaciones de aficionados y amantes del flamenco han pasado por este lugar, dejando su huella y renovando, una y otra vez, el compromiso con el arte andaluz. Se ha convertido en un rincón de historias, de aplausos y de emociones compartidas. Es el sueño de un grupo de amigos que se resiste a desvanecerse y que hoy, con más fuerza que nunca, mira hacia el futuro.
Midel, su presidente y uno de los pilares fundamentales en la historia de la peña, reflexiona con nostalgia y determinación sobre el momento que se avecina: el de pasar la antorcha a las nuevas generaciones. “Hemos sobrevivido adaptándonos a los cambios de la vida, pero ya toca dar paso a los más jóvenes”, dice, con la mezcla de orgullo y melancolía que solo pueden expresar quienes han dedicado la vida a un sueño. “Hay gente en la directiva a la que me gustaría ver al frente, que conserve la esencia de la Peña pero que también aporte ideas frescas para seguir creciendo”.
La esencia de aquellos primeros encuentros de los años 70 sigue viva en las ‘Galas de los Viernes’. Cada dos semanas, los muros de la Peña se llenan de música y aplausos en actuaciones abiertas al público, con el mismo espíritu de aquellos viernes que encendían el corazón de Estepona. Con una contribución voluntaria, tanto turistas extranjeros como residentes locales se acercan para sentir de cerca la autenticidad del flamenco, disfrutando del espectáculo y de la gastronomía tradicional que ofrece el bar de la peña, todo en un ambiente acogedor y familiar.
Así, lo que comenzó como una idea de “un grupo de locos flamencos”, se ha convertido en un símbolo en la Costa del Sol, un punto de referencia cultural en Estepona. Aquí, cada nota de guitarra y cada “¡olé!” son un recordatorio de la magia del flamenco, un arte que sigue vivo gracias al compromiso y la entrega de quienes han sido parte de esta historia.
“Cuando me vaya, sé que la Peña estará en buenas manos”, concluye Midel, dejando entrever el orgullo de quien ha cuidado de un sueño como propio. Y así, la Peña Flamenca de Estepona continúa, como un faro en la noche, iluminando el camino para que el flamenco siga vibrando en cada rincón, en cada alma que se acerque a escuchar, a sentir, y a ser parte de este lugar que, por siempre, llevará el pulso de Andalucía.