En el corazón del pintoresco municipio de Manilva, a tan solo unos kilómetros del bullicio litoral de la Costa del Sol, se alzan las Bodegas Nilva. Un proyecto enológico que ha logrado fusionar tradición, sostenibilidad y cultura vinícola en un entorno único, atrayendo tanto a los amantes del vino como a quienes buscan sumergirse en la historia y la naturaleza de la localidad.
Detrás de Nilva se encuentra Argimiro Martínez. Un ingeniero agrónomo que, como si de un Quijote moderno se tratase, llegó a Manilva desde La Mancha para indagarse en un nuevo proyecto que perseguía un objetivo claro: preservar y actualizar la cultura local del viñedo antes de que desapareciera.
“Eran unos años difíciles, en plena crisis económica, me había quedado sin trabajo. De hecho, estaba pensando en volver a Albacete, pero encontré en Manilva la razón para quedarme”, recuerda en una entrevista para ONCESOLES. Fue gracias a la oportunidad de ser profesor en el Curso de Elaboración de Vinos que se ofrecía en la localidad como conoció verdaderamente la riqueza de Manilva.
Más allá del tesoro que encontró, asegura que su sorpresa mayor fue ver cómo el pueblo daba toda aquella riqueza por perdida: “La gente siempre hablaba del pasado, de la grandeza de Manilva y sus viñedos, lo daban todo por perdido y había mucho por explorar”, asegura. Pese a que la localidad continuaba celebrando su tradicional Fiesta de la Vendimia y existía todo un folclore y una cultura enorme en torno a la uva, “nadie lo tenía en cuenta de forma empresarial, se estaban equivocando”.
Fue así, entre motivaciones y dudas, como Argimiro decidió embarcarse en uno de los proyectos más apasionantes de su vida, si no el que más, pero también “uno de los más difíciles”. Insistiendo junto a otro profesor, logró que el Ayuntamiento sacase en 2014 una concesión administrativa para que una empresa pudiese explotar la viña que se había adquirido para dar el curso. Y así fue. En ese mismo año, el Consistorio anunció la explotación del museo, la bodega y la viña, ubicada en El Peñoncillo: “Lo preparé todo, reuní el dinero y me presenté. Fui el único. La propuesta era difícil de asumir, pero sabía que iba a merecer la pena”, afirma.
A fuerza de tesón y con la inestimable ayuda de su mujer, nació Nilva Enoturismo S.L., una empresa que ha logrado no solo sobrevivir sino llenar su vitrinas de un sinfín de reconocimientos: Medalla de oro en los premios Monovino -donde se distinguen los mejores monovarietales del mercado-, elegido como vino blanco embajador en 2018 por el Consejo Regulador de la D.O. Málaga y Sierras de Málaga, Premio al Mejor Proyecto de Turismo Sostenible por la Asociación Skal de EEUU o Mejor Vino Blanco con D.O ‘Sierras de Málaga’ por la Diputación de Málaga, entre otros.
Los vinos de Nilva
Para hablar de sus vinos, Argimiro nos lleva hasta las mismas bodegas -se encuentran en el mismo edificio que el museo, las oficinas y las aulas, en el Civima-. Al entrar en ella, se observa la simpleza y a la vez la profesionalidad con la que Argimiro trabaja para elaborar su vino. Nos cuenta como Nilva se especializa en la producción de vinos artesanales, con especial énfasis en los vinos elaborados a partir de la variedad de uva Moscatel de Alejandría, que es típica de la zona.
Asegura que, aunque le gustaría poder tener más espacio y capacidad de producción, se siente satisfecho con el vino que consigue: “Solemos hacer dos tipos de vinos. El Lote I es de uva que le compramos a agricultores de Manilva y el II es de nuestras viñas de El Peñoncillo, vino ecológico”, explica. Y, pese a que le gustaría hacer más vino de este tipo, afirma que “no existe oferta de uva ecológica en Manilva”.
La bodega NILVA tiene una capacidad de producción de unas 7.000 botellas al año. Su vino nos lo define como “seco, de concepto moderno y mucha singularidad, afrutado, arómatico y fresco, pero con un toque salino”. La razón de ello no es otra que la propia uva Moscatel de Alejandría, que da lugar a vinos aromáticos.
Estos vinos suelen tener notas de frutas tropicales, flores blancas y cítricos, con un toque dulce y afrutado muy característico. En Nilva, producen tanto vinos dulces como secos a partir de esta variedad, ofreciendo una diversidad de opciones para los amantes del moscatel. Y aunque la bodega es más conocida por sus vinos moscatel dulces, también elabora vinos secos con un carácter particular: una acidez refrescante y un perfil aromático, con toques florales y frutales, pero sin el dulzor característico.
Se hace utilizando una tecnología acero inoxidable, ya que el vino requiere de unas especificaciones muy concretas: “Uno de los factores más importantes es el frío. En la fase de fermentación, la tecnología está preparada para regular la temperatura de cada depósito, un factor clave para la elaboración del vino moscatel seco y blanco”, explica.
Terminando el mes de septiembre, nos cuenta como ahora los depósitos están llenos: “El vino terminó su fermentación hace una semana, se quedará aquí hasta el mes de abril, cuando pasará a embotellarse”. No obstante, explica el cuidado del vino semana a semana: “Hay que abrir las tapas y mover los sedimentos”, lo que se conoce como ‘Crianza sobre lías’. Pese a ser un proceso “más complejo” que el del vino blanco normal, asegura que le aporta propiedades efectivas para el paladar.
Más allá de las bodegas: El etnoturismo, una forma de rentabilizar las viñas de Manilva
Cuando Agrimiro firmó el convenio de colaboración con el Ayuntamiento de Manilva para la concesión del edificio Civima tenía algo muy claro: aquello no iba a ser una simple bodega, sino que había que aprovechar todo el potencial. Fue así como se convirtió en una empresa especializada en etnoturismo, obteniendo reconocimientos en el sector a nivel internacional.
“Asociar la agricultura y el vino está de moda a nivel mundial, con el turismo que ya existe en Málaga, podemos hacer que sea muy rentable el cultivo de la viña y la elaboración de vinos aquí en Manilva”, explica.
Así, desde su empresa, ofrecen recorridos por el museo del vino, ubicado en el CIVIMA: “Durante una media hora conocen la historia, los antecedentes, la viticultura de Manilva y la elaboración de vinos de manera artesanal”, indica. Un espacio recreado con numerosos utensilios, maquinarias antiguas, fotografías e incluso elementos del folclore manilveño.
Entrar en el museo es toda una experiencia inmersiva en el mundo del vino y en la historia del pueblo: “Cuando sales de aquí tu visión de Manilva es totalmente distinta, la gente adquiere una conciencia que desconoce del pueblo y toda su riqueza”, afirma.
Una vez terminado el recorrido del museo, en el cual lo acompaña un guía, el recorrido continúa en las mismas bodegas: “Aquí hablamos de la elaboración del vino, una elaboración técnicamente mucho más moderna. Le enseñamos como, aunque tenemos maquinarias, muchas veces hacemos nosotros mismos la pisada de manera artesanal, con nuestras botas y los cubos”.
Al salir de la bodega llega el momento más especial y único: trasladarse hasta las propias viñas, ubicadas en el Peñoncillo. Los visitantes pueden ir a pie, en torno a unos 10 minutos, o trasladarse en su vehículo. Una vez allí viven la experiencia más real: “Le ofrecemos una degustación de tres o cuatro vinos acompañados de tapas ligeras como jamón, queso o frutos secos.”. Para ello se dedica una hora, donde los asistentes se relajan “pisando las tierras y tocando la cepa”. Y todo ello, en un enclave idílico: frente al mar.
“El gran potencial de Manilva, además de sus playas, es el interior”, explica. Y es que el gran espectáculo de esta experiencia es su final. “Ver el mar desde una viña, el paisaje, Sierra Crestillina, observar áfrica y, todo ello, desde una viña que puedes tocar, beber su vino y tomar una tapa. Es la combinación perfecta y solo ocurre en Manilva”, indica.
Apadrina una viña
Apadrinar una cepa. Fue así como, persiguiendo su fiel compromiso de preservar los viñedos de Manilva, Argimiro encontró una forma útil en la que, con la ayuda de todos, se pudiese cuidar de la riqueza de la localidad. El objetivo es ayudar a mantener esta tradición vitivinícola y participar en la recuperación de viñedos locales, muchos de los cuales han sido abandonados en las últimas décadas debido a la urbanización y el cambio en el uso del suelo.
Al apadrinar una viña, los participantes tienen la oportunidad de «adoptar» una o varias cepas de uva Moscatel de Alejandría. Este apadrinamiento simboliza el apoyo a la recuperación y mantenimiento de los viñedos tradicionales de la región de Manilva. A cambio, el padrino o madrina recibe información detallada sobre su cepa apadrinada, incluyendo su ubicación y cuidados específicos.
La iniciativa, que se puso en marcha en el año 2015, ha logrado captar padrinos de todo el mundo: Gremio de Viticultores de Suiza, James & Sandra Taylor (Holanda), Owen, Lyam Alexandra & Gilles (Bélgica), Chloe & Jordan (Irlanda), programas andaluces como Cómetelo y Andalucía Directo de Canal Sur, empresas locales y de la comarca, entre muchos otros.
Una lista de nombres que no solo contribuyen al impulso de las viñas de El Peñoncillo sino que cuidan y ayudan a que la riqueza de Manilva no se esfume. Además, los padrinos tienen la posibilidad de participar en la ‘Vendimia de los Padrinos’.
“Lo que hacemos es vivir una vendimia. Les damos la oportunidad de, si quieren, recolectar las uvas de sus propias cepas y aprender el proceso de recolección manual. Luego prensamos la uva e iniciamos el proceso de vinificación. Finalizamos disfrutando de una estupenda paella acompañada por vino o cerveza y viviendo una magnífica jornada de convivencia”, explica.
Una de las recompensas más atractivas para los padrinos es la entrega de botellas de vino personalizadas con el nombre del padrino o madrina. Estas botellas provienen de la cosecha de las cepas apadrinadas, lo que crea un vínculo especial entre el padrino y el vino.
Formación ante al falta de relevo generacional
Uno de los problemas a los que se enfrenta el sector del vino en Manilva es la falta de agricultores. No hay relevo generacional, “los que se dedicaban a esto están falleciendo y los jóvenes no conciben dedicarse a las viñas”, explica Argimiro. Ante ello, la única solución es la apuesta por la formación. Por ello, el Ayuntamiento de Manilva, con el impulso de la Junta de Andalucía, ha puesto en marcha cursos formativos sobre la Elaboración del Vino y Licores de varios niveles, con duración de seis meses o un año y hasta dos años.
“Me parece fundamental, el futuro del vino y de la viña de Manilva no lo concibo sin gente preparada”, asegura Argimiro. Manilva ofrece todas las posibilidades para la elaboración del vino y el etnoturismo, “dos fuentes de riqueza que pueden ser de importancia vital para salvar las viñas y que son trabajos muy modernos y de relevancia mundial”. Pero, para ello, asegura la importancia de conocer y formarse en el vino.
Ejemplo de ello son las posibles bodegas que van a entrar en el mercado de Gonzalo Bocanegra y Esther Rodríguez, hijos de agricultores y antiguos alumnos de estas formaciones. Así, Argimiro anima a las nuevas generaciones a que apuesten por un sector que genera riqueza, que forma parte de la raíz de Manilva y que eleva a la localidad a la escala mundial en la elaboración de vinos.
Nilva Bodegas ha conseguido lo que muchas regiones vitivinícolas intentan: preservar la historia y las tradiciones mientras se adaptan a los tiempos modernos. A través de su esfuerzo por rescatar la viticultura en Manilva y ofrecer una experiencia enoturística integral,
Argimiro no solo ha puesto a esta región de Málaga en el mapa del vino, sino que ha creado un modelo exitoso de desarrollo sostenible basado en la cultura y el turismo. Y ha dejado algo claro en estos diez años: Para los amantes del vino y aquellos que buscan una experiencia auténtica, Manilva es un destino imprescindible en el sur de España.