La duda y la incertidumbre han estado presente en la vida de Samuel desde que era pequeño. Ahora, a sus 14 años, ya sabe de dónde le vienen: padece un trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), una enfermedad de salud mental caracterizada por un patrón de miedos y pensamientos no deseados (obsesiones), que provocan comportamientos repetitivos.
Nacido en Marbella, Samuel fue diagnosticado hace un año, «cuando me di cuenta que me obsesionaba demasiado por perder las cosas, que me angustiaba por si perdía fotos o que revisaba siempre mi mochila varias veces antes de ir al cole», explica en una entrevista a AZ Costa del Sol. Sinceramente, «es un rollo, cansa mucho estar siempre obsesionado», afirma Samuel.
Desde que empezó la terapia, Samuel ha sido más consciente de su trastorno y ahora entiende por qué cosas que a otros niños no le importaban, él le daba tantas vueltas. Algunos de las obsesiones más comunes son «revisar antes de salir de casa, santiguarme antes de almorzar o chocarle siempre la mano un amigo antes de empezar un examen». Un ritual que debía de hacer sí o sí, «si no, no estaba tranquilo». Otra de las mayores obsesiones era «no usar las cosas, por si les pasaba algo o no estrenar la ropa».
Ahora lo entiende como «tonterías que otros niños ni pensaban o se le iban y que yo las podía estar pensando diez minutos seguidos». Pese a que la duración de las obsesiones varía, «los pensamientos van y vienen a lo largo del día y, a la noche, le sigo dando vueltas», afirma Samuel.
Así, explica que «en el cole me olvido un poco, porque tengo en la cabeza otras cosas». Sin embargo, a menudo aparecen obsesiones como, por ejemplo, «preguntar lo mismo varias veces o cuando el profesor está explicando algo, seguir pensando en lo anterior y volver a darle vueltas».
Tras varios meses de terapia, Samuel está aprendiendo a integrar algunas pautas de la psicóloga en su día a día. Ahora, ha conseguido reducir el número de veces que hacía las «revisiones» o «piensa menos veces las mismas ideas». Además, ha aprendido a «detectar el TOC y tratarlo como un ‘embustero’, saber que son pensamientos no reales».
Pese a su temprana edad, con tan solo 14 años, Samuel muestra una madurez de admirar y es todo un ejemplo para todos los que, al igual que el, tienen TOC: «Se puede solucionar, yo voy evolucionando, todo tiene solución». Además, ya ha contado a algunos compañeros del colegio su problema y cuenta que «han sido muy comprensibles, me ayudan y me dicen que no pasa nada, que confíe en mí y que todo está bien». «Si tuviera a algún niño o alguien con TOC delante de mí, le diría que tranquilo, que no pasa nada, solo hay que trabajar en ello con constancia y se quitará, tenemos que normalizarlo», concluye.
Una normalización que es más fácil si, como en su caso, tiene una familia que lo apoya y lo acompaña. Su madre explica que «al principio no sabíamos qué le pasaba, pensábamos que era hiperactividad, no conocía a nadie con TOC y no entendía bien lo que era». Una amiga le recomendó que lo llevase a un psiquiatra infantil y así fue como lo diagnosticaron.
Cuenta que, desde pequeño, ya se angustiaba mucho por si algo se rompía, no quería que viniesen los compañeros a casa por no poder controlar que no ocurriese nada o dormía con una idea que, a la mañana siguiente, seguía manteniendo.
«Lo mejor que hicimos fue llevarlo a terapia aunque según nos dijo su psicóloga, lo llevamos tarde». Por ello, anima a todas las familias que pasen por alguna situación parecida a que «hablen siempre de las diferencias o problemas, lo normalicen y acuden a los profesionales». No obstante, insiste en que «se necesitan más medios y más profesionales especializados en ello».
En su camino de búsqueda profesional, tuvieron la suerte de encontrarse con un espacio donde había personas que, al igual que Samuel, padecían TOC: la Asociación TOC Málaga, una organización sin ánimo de lucro creada por una paciente para ofrecer un lugar en la provincia donde personas con el mismo trastorno pudiesen refugiarse y ayudarse entre ellas. Un apoyo que, junto al de su familia, hizo que Samuel se sintiera más arropado.
Su madre, al igual que su hijo, están seguros de que «los problemas se solucionan hablando» y que las personas con TOC pueden tener una vida completamente normal, «solo hay que dar el paso y acudir a terapia». A sus 14 años, Samuel ha sido capaz de contar su testimonio, desestigmatizar el TOC y visibilizar la que salud mental debe hablarse en nuestro día a día.