El racismo es una herida que se abre a diario. Lo saben bien personas que por su color de piel se ven a menudo discriminadas, rechazadas o juzgadas injustamente. Así lo cuenta, con motivo del Día Internacional por la Eliminación del Racismo, Momodou Njie Ceesay. Él nació en Gambia pero hace trece años que vive junto a su familia en la Costa del Sol, en el municipio de Casares. Tiempo suficiente para identificar cómo las prácticas y comentarios racistas persisten y lo hacen día a día.
«Pasa a diario en el aeropuerto, en la calle, en centros comerciales. A veces la gente no se da cuenta, pero tiene comentarios y comportamientos que me hacen sentirme diferente por mi color de piel», cuenta Momodou en una entrevista a AZ Costa del Sol y lo ejemplifica con varios episodios. Cuando en una gasolinera de todos los clientes a él fue al único al que obligaron a pagar por adelantado, cuando en un centro comercial un control policial paró el vehículo que él conducía -sólo a él-, cuando a veces al cruzarse con personas desconocidas escucha: «ten cuidado con el bolso».
Situaciones dolorosas con las que reconoce aún convive. «Yo intento que no me ofenda, pero son cosas que me hacen sentirme incomodo, es doloroso. A veces aguantas y aguantas pero otras no puedo más y tengo que buscar un sitio tranquilo y lloro como un niño pequeño. La gente no sabe lo mal que se pasa, yo creo que el racismo ocurre por desconocimiento».
Una realidad sobre la que Momodou intenta educar a sus hijos. Ellos de manera más sutil también padecen en ocasiones las consecuencias de esa actitud diferente hacia ellos. «Por ejemplo gente que no les conoce de nada y de pronto se acerca a tocarles el pelo solo porque les parece diferente. Yo les dijo a mis hijos que respondan, que digan no».
La batalla contra el racismo es larga aún, asegura Momodou, sin embargo expresa su fe en las nuevas generaciones. «Aquí en el colegio de Casares hacen muy buen trabajo con eso, les educan para intentar erradicar las ideas racistas, hablan de racismo, de intolerancia y eso es muy bueno». Lo importante -insiste este vecino de Casares- es que ésta no sea solo una responsabilidad de la escuela, que también las familias se sumen a este reto, el de cerrar la herida de una vez por todas.