El pueblo de Casares continúa llorando la pérdida de Javier Pineda ‘Potajito’, uno de los grandes flamencos del pueblo y máximo defensor del tradicional fandango casareño. Son muchos los vecinos -de toda la comarca- los que han dedicado palabras de admiración a su figura y tristeza tras conocer su muerte.
El Cronista Oficial de Casares, Benito Trujillano Mena, ha compartido a través de diferentes medios de comunicación un obituario donde recuerda y homenajea a uno de los vecinos más queridos en el municipio: «Al finalizar este domingo de Resurrección se nos ha ido Javier Pineda Lazo, Potajito, guitarrista flamenco, a los sesenta años de edad. Es muy temprana su marcha. Enjugamos nuestras lágrimas con el agua de lluvia, melodía de esta Semana Santa», recordaba Trujillano.
Así, hace un recorrido por la vida del guitarrista autodidacta: «Procedente de una familia enraizada en Casares, hijo de Carmen y Prudencio, se crió en una casa donde se respiraba flamenco por los cuatro costados. Queremos recordar a aquel niño en la calle Carrera sacando notas irregulares a sus primeros instrumentos musicales: una armónica y una melódica. Desde muy joven frecuentó el mesón Manilva de Manolo Gil, centro neurálgico del flamenco en aquellos años sesenta y setenta del siglo pasado».
En él, también cuenta cómo se inició en el fandango casareño: «En Manilva nunca fue un extraño, se sentía en casa. A los doce años eligió la guitarra como compañera de vida, iniciando un aprendizaje continuo con Señá María La Casteza, Señá Juana La Troncha y Pepe el de la Chuleta. Inolvidables aquellas primeras posturas de una vida unida al fandango casareño».
Sin olvidar el origen de su nombre artístico, ‘Potajito’: «Una tarde en el Chiringuito, el Beni de Cádiz le escuchó tocar la guitarra y le dio su nombre artístico: Si ya tenemos Tomate, este será Potaje de Casares«, recuerda Trujillano.
Javier Pineda, muy querido por todo aquel que lo conoció, siempre fue conocido por «su carácter peculiar, incansable colaborador, amigo leal, repartió su tiempo con su gran familia, esposa, hijas, nietos, hermanos y sobrinos a los que quiso inmensamente, sin ningún tipo de quebranto».
Su despedida se vivió el pasado lunes en el pueblo con especial tristeza, tal y como narra Trujillano: «Este primer lunes de abril un gran aplauso recorrió la Iglesia de San Sebastián, la plaza y aledaños; nos despedíamos de Potajito. En algún otro lugar se han citado con él para una gran fiesta fandanguera sus padres, Juan Mora y Pepita, Rosafina, Bartolo Panguingo, Emi Echevarne y muchos otros a los que es injusto no poder nombrar. Nosotros quedamos aquí con nuestras lágrimas y penas, vacíos en el desconsuelo.
¡Vuela alto amigo! tus acordes seguirán siendo la banda sonora de nuestro Casares».