Decía San José de Calasanz, patrón de los docentes, que “quien se da a sí mismo ha dado todo cuanto puede dar”. Una frase que refleja la labor de aquellos que día tras día siembran semillas de conocimiento y valores en el corazón de las nuevas generaciones. Una especie de “juramento inquebrantable” que los docentes como Laura sellan el día que deciden serlo.
Con 29 años y graduada en Economía, Laura Almazán Rodríguez, natural de Benalmádena, decidió cursar el máster de profesorado para coger el relevo de sus padres y dedicarse a la enseñanza en el centro EducaOrienta.
Desde pequeña, la educación fue una constante en su vida. Creció observando a sus padres, ambos docentes, en su día a día en distintos centros educativos. «Recuerdo estar desde los cuatro o cinco años en los centros donde trabajaban, viendo cómo daban clases», nos comparte. Esta cercanía con la enseñanza le hizo sentir una conexión natural con el mundo educativo. «Creo que cuando creces en ese tipo de ambiente, es muy difícil que no te guste».
Aunque siempre tuvo claro que quería dedicar su vida a la educación, su camino fue algo sinuoso. Comenzó estudiando el Grado de Matemáticas, pero, por motivos personales, decidió dejarlo y empezar el Grado de Economía. «Como mi pasión por los números no desapareció, tomé la decisión de dedicarme a la enseñanza de las Matemáticas», nos explica, evidenciando su firme determinación por encontrar su verdadera vocación dentro del mundo académico.
En el ámbito educativo, enfrentarse a la diversidad es uno de los principales desafíos de la enseñanza. «Uno de mis mayores retos es la diversidad en los niveles de motivación de los estudiantes», señala. La solución que propone es adaptar las actividades y los materiales a las necesidades de cada alumno. «Quiero que todos se sientan protagonistas de su propio aprendizaje», dice con convicción. Además, subraya la importancia de estar atentos a las necesidades emocionales y sociales de los alumnos, y de saber abordar cualquier conflicto o desafío que surja en el aula de manera efectiva.
Para Laura, la labor educativa tiene un impacto mucho más allá de lo académico. «Los docentes tenemos la capacidad de influir y formar a futuras generaciones, no solo en términos académicos, sino también en valores, ética y conciencia social», explica, subrayando el papel fundamental que desempeñan en la construcción de una sociedad más justa y consciente.
Al preguntar a Laura por un profesor que marcó su vida, recuerda con cariño a su profesor de filosofía, un ejemplo claro de la importancia de la pasión por la enseñanza. » Él lograba hacer la filosofía interesante, relacionándola con experiencias propias y dándole un toque de humor que la hacía divertida», relata, evidenciando cómo un buen docente puede transformar una materia en algo fascinante.
Por ello, a quienes están considerando una carrera docente, les aconseja, ante todo, seguir su pasión por la enseñanza. «Lo más importante es que te guste lo que haces», enfatiza. La experiencia personal le ha demostrado que los mejores profesores son aquellos que aman su asignatura. «Cuando amas lo que haces, la diferencia se nota», asegura
«Me gustaría que me recordaran como una persona que amaba enseñar y transmitir conocimientos», dice con humildad. Para ella, el objetivo no solo es transmitir saberes, sino también inculcar valores como la honestidad, el respeto y la responsabilidad. «Mi legado académico es fomentar la pasión por el conocimiento y motivar a los alumnos a crear nuevas ideas y soluciones a los problemas que enfrenten en su vida diaria», señala.
En el Día del Docente, el mensaje para sus compañeros es claro: «Debemos celebrar nuestra dedicación, esfuerzo y pasión por la enseñanza. Cada día transformamos vidas, inculcamos conocimiento, respeto y comprensión en nuestros estudiantes», concluye. Con esta entrevista, queda claro que ser docente es mucho más que enseñar, es formar, inspirar y dejar una huella duradera en las vidas de los estudiantes.