46 años.
La Constitución nos recuerda a algunas cada año que ya somos cuarentonas. Nosotros, como la Carta Magna, somos de la cosecha del 78.
A nosotras la madurez nos sienta genial, aunque algún “muchacho” casi cincuentón como Dani Martín nos haya llamado estos días “señoras”, ese apelativo que nos sienta tan mal cuando alguien nos pide el turno en el supermercado. El ex solista de “El canto del loco” nos llamó viejas en pleno prime time televisivo en un programa en el que, a veces, hemos asistido a abusos sexuales en directo. En fin, un programa donde se normalizan y verbalizan conductas y expresiones “ideales” de igualdad.
Pero, ¿cómo le sienta la vejez a la Constitución?.
Las estudiantes de derecho sabemos que el Derecho consuetudinario y el Derecho legislado no siempre coinciden: éstos tienen ritmos y tiempos de configuración y de aplicación dispares.
¿Puede una Constitución dar satisfacción legal a todas las necesidades sociales de un país casi cinco décadas después de su aprobación?.
Vamos a ser valientes.
Quizás plantear una reforma o adaptación de la Constitución del 78 a la realidad política, económica y social del año 2024 sea una osadía, pero aún es más arriesgado reclamar que los principios constitucionales del seis de diciembre se cumplan en la actualidad.
En este sentido, la dosis de cinismo de la derecha y de la ultraderecha “patriótica” en España es alarmante. Vamos a enumerar el decálogo de sus faltas de respeto al orden constitucional en la actualidad:
1- No aceptar el sistema parlamentario constitucional (Art.1) y manipular a la población para atacar de manera sistemática y tratar de derrocar a un gobierno progresista nacido de las urnas un 23 de julio.
2- No aceptar la separación de poderes que establece la Constitución, manteniendo secuestrado durante años el Consejo General del Poder Judicial.
3- Tratar de controlar a parte de la justicia para que Cifuentes cometa un delito pero sea absuelta, mientras sea condenada por ello una profesora de facultad; o interferir en los juzgados madrileños para que la señora Ayuso y familia tengan vía libre y campen a sus anchas, dejando impune la agonía de 7291 personas, y que cierto juez con las “manos limpias” fabrique una causa fantasma tras otra contra la pareja de un presidente de gobierno legítimo.
4- Aprobar la Ley del Suelo del 98 para que el neoliberalismo salvaje le haga jaque mate “per se” al artículo 47 de la Constitución.
5- Desoír el artículo 20 al coartar la libertad de expresión en producciones artísticas y literarias en las Comunidades Autónomas en las que se ha gobernado de la mano de la ultraderecha.
6- Desafiar al artículo 27.5 al intentar desmantelar la educación pública y desviar dinero e inversiones al sector privado, poniendo en riesgo la garantía del derecho a la educación de todas las españolas en igualdad de condiciones y de oportunidades.
7- Ignorar el artículo 45 promoviendo políticas negacionistas del cambio climático y desviando el dinero público reservado a la preservación del medio ambiente a la tauromaquia.
8- Llevar a cabo políticas laborales y económicas que favorecen la desigualdad e insolidaridad social, saltándose a la torera el artículo 40 de la Constitución.
9- No respetar el artículo 31 al promover sistemas fiscales y tributarios que vulneran los principios de igualdad y progresividad. El ministro Montoro interpretó este artículo muy “a su manera”, cómo diría el mismísimo Julio Iglesias, al conceder a las mafias una amnistía anticonstitucional.
10- Violar el artículo 14 al practicar el machismo institucional.
Lo paradójico de todo esto, es que los que se erigen como máximos defensores de la Constitución, de España, de la bandera y del orden del 78, son aquellos que por sus actos están más alejados del orden constitucional.
En cuanto a las cuestiones reformistas.
¿Las españolas votamos realmente sí a la Monarquía? ¿Representan los Reyes en la actualidad el deseo y la voluntad del pueblo español, o existe una mayoría republicana y federal? ¿Necesitamos un sistema constitucional más moderno que se adecúe a los tiempos y refuerce los derechos sociales, laborales y económicos de la población? ¿Sería necesario un marco que ahondara más en la realidad feminista y en materia de igualdad? ¿Sería conveniente ser constitucionalmente más contundente a la hora de condenar y desterrar finalmente las reminiscencias del franquismo? ¿Es pertinente blindar a las democracias actuales de las amenazas de la ultraderecha, y del fascismo bulocrático en tiempos de la inteligencia artificial?.
Quizás me adelanto mucho en el tiempo, la conciencia colectiva no reconozca todavía algunos de estos dilemas, y aún no sea el momento de abrir estos melones, pero cuando las revolucionarias pongamos el pie en el parlamento, todo llegará.