No hay muchos acontecimientos históricos de los que nos podemos sentir orgullosos. Por ejemplo, descubrimientos que nos han marcado, investigación en medicina, avance tecnológico, obras artísticas y por supuesto el deporte. Sin ánimo de ser pesimista, la realidad se impone y se nos antoja estar rodeados de desgracias, dramas, que la naturaleza se encarga de ofrecernos en su mayor crudeza, o bien provocados por nosotros mismos.
Y sin duda, uno de los más destacados son los Juegos Olímpicos. En París se han celebrado la trigésimo tercera edición de la versión moderna, que se hizo por primera vez el año 1896 en Atenas. Después de más de un siglo, una vez más, la capital francesa ha vuelto a ser innovadora, emprendedora y arriesgada. Involucrando a una ciudad con más de once millones de habitantes en la participación, no sólo en la inauguración, sino también de las diferentes disciplinas deportivas. El desfile de los atletas y la antorcha se han desarrollado, por primera vez, fuera del estado olímpico. También ha sido primicia que la participación haya sido equitativa con respecto al género de los atletas.
Estos juegos nos han mostrado la minúscula y efímera alegría de la victoria y la abrumadora tristeza de la derrota. Nos han enseñado que el éxito es relativo, mientras algunos se alegran por alcanzar una final u obtener un bronce, otros lloran de frustración por tener que conformarse con una medalla de plata. Probablemente dependa de las expectativas individuales y colectivas.
Dentro de la sinuoso y escarpado camino hacia la ansiada medalla de oro, además de los esfuerzos, sacrificios, los deportistas también nos han dejado muestras de respeto, solidaridad, compañerismo, comprensión y sobre todo espíritu olímpico. Son personas normales que hacen cosas extraordinarias.
En gran medida, existe un componente genético que determinan la fisiología, biología y procesos químicos sean diferentes al resto de los mortales. Pero lo que hace que sea determinante induciendo esa milésima de segundo, ese punto, esos centímetros son en realidad la actitud y la voluntad. Por otro lado, hay otro factor esencial, que son los recursos disponibles del país al cual pertenece. Ahí radica esencialmente la diferencia en el medallero por territorios.
En el medallero hay dos bloques claramente diferenciados, asociado al sistema económico social de los países participantes:
• Recursos Privados. Países que el aporte económico proviene de las organizaciones privadas, Universidades y empresas que ayudan a poder a los deportistas a alcanzar sus objetivos sobre todo a aquellos que destacan. Representado por Estados Unidos.
• Recursos Públicos. En este caso, el estado interviene directamente en las ayudas a los deportistas para que alcance los objetivos fijados. Capitaneado por China.
En cualquier caso, al tratarse de una representación nacional, son los comités de los países los que deciden como recompensar los éxitos obtenidos en los Juegos. Y supone un factor determinante en la posición del ranking de cada olimpiada. Aunque, sin duda, por encima de todo esto, está la satisfacción, por parte de los deportistas, de representar a su país.
La verdadera medalla de oro consiste en que, aun manteniendo la competitividad entre los participantes, existe un gran respeto entre ellos, e incluso compañerismo y deportividad. Con el reconocimiento a los ganadores y aprendiendo de la relativa derrota para intentar ser mejores en las próximas olimpiadas.