Lo habrán notado, seguro que sí. Poco a poco ha ido ganando terreno, adueñándose de nuestras neveras y estantes, integrándose poco a poco, sutil y calladamente en nuestra rutina y casi, de manera inadvertida, logra cambiar nuestra vida. Sin duda, un invento infernal que convierte lo sencillo en ridículo, incluso estúpido.
El próximo 3 de julio, de manera oficial y regulada, todos los tapones existentes para envases, hasta tres litros de capacidad, deberán quedar unidos, de manera físicamente inseparable, al resto del producto. Un invento de Lucifer que nos lleva a acomplejar lo más asequible y elemental, abrir una botella y beber leche o agua sin poner nuestra integridad física en peligro. En ocasiones, bien podríamos jugar a la cámara oculta. Todo sea por conservar el tapón y apoyar el reciclaje.
Podemos hacer varios ‘teams’, incluso por colores. Los hay quién pone cara de extrañado, lo asume con resignación y gira una y otra vez la botella, una vez tras otra y una más, hasta encontrar una posición que le permita beber, sin sentir en la mejilla que se ha peleado con un gato. También los hay quién trata de simular un guiño, elevando el codo y así tratar de evitar saltarse un ojo, perder media cuota de pestañas. Y subo la apuesta, también los hay que de manera manera hercúlea y sansónica, aunque con estéril resultado, pretende hacerse el machito y romper ese lazo, que nos ata al envase como el corazón a la vida.
Otros, como mi caso particular, tratamos de divertirnos y ponerle desafíos al mundo. Jugando a intentar introducir la nariz en el reverso cóncavo del tapón, al mismo tiempo que bebemos. Por ilusión y ganas no va a ser; por mucho que traten de quitarnos la alegría y los pequeños placeres de la vida.
El demonio cuando se aburre, mata moscas con el rabo o deja anclados los tapones a las botellas. Espero. con ansia. la siguiente nominación a estupidez del año aunque va a estar difícil el premio en 2024 entre tanto candidato: Milei, Amnistía, Rubiales, la mujer del presidente, Laporta o ese gran hombre que unió matrimonialmente, tapón y botella. Así caminamos, presa de lobos, destinados a ser ovejas muertas.