El 14 de febrero de 1879 no fue un día cualquier. Aunque en ese momento nadie lo sabía. En los albores del nuevo siglo, en 1905 se materializó la revolucionaria y desconcertante teoría de un joven que trabajaba en una discreta oficina de patentes, en Berna. De forma elegante y perspicaz, desmontó el concepto absolutista del espacio y sobre todo del tiempo, que se dilata a medida que aumenta la velocidad. Diez años después volvió a generar controversia dentro del mundo académico esta vez razonamiento los efectos que provocaba los cuerpos otorgándole una interpretación geométrica a la gravedad, una vez más, sobre el espacio y el tiempo. No estuvo exento de controversia, incrédulos y retractores. En la ciencia, la investigación también se deja llevar por las pasiones, odios y deseos ajenos.
Cuando se estudia sobre todo la Teoría General de la Relatividad, comprende que carece de fundamento, ese bulo tan erróneamente difundido que Albert Einstein no era bueno en matemáticas. Eso es absolutamente imposible. No sólo tenía una admirable intuición, perseverancia, también un gran conocimiento matemático.
Ya sabemos que la física y sus aplicaciones en ingeniería, la industria, la programación, estructuras o tan sólo los fundamentos de la naturaleza son interpretados y comprendidos gracias al lenguaje de las matemáticas. No podríamos entender nuestro entorno sin las matemáticas. Tal vez, el Universo no esté regido por las matemáticas, sin embargo, es un buen lenguaje para acercarlo a nuestra comprensión, interpretación y poder predecir los acontecimientos futuros.
Además, las matemáticas nos permiten alcanzar una capacidad lógica abstracta que nos ayuda a enfrentarnos a los problemas, afrontar las situaciones desfavorables. Se convierte en una herramienta esencial para luchar contra el desconocimiento incipiente y la ignorancia.
En la naturaleza hay constantes que son universales. Las cuales se cumplen en cualquier lugar y en cualquier momento, como por ejemplo la constante gravitacional, la carga de un electrón, la velocidad de luz en el vacío, la constante de Planck, la permeabilidad magnética y eléctrica en el vacío, que definen nuestro entorno. Curiosamente la mayoría de ellas son cantidades irracionales, es decir que tiene infinitos decimales pero que no tienen ningún patrón. Una de esas constantes es el conocido número Pi. La definición es el resultado del cociente entre la longitud de una circunferencia con su diámetro. Es decir, que esa relación es siempre la misma independientemente del tamaño de la circunferencia. Es fácil de comprobar, tenemos innumerables circunferencias a nuestro alrededor, tan sólo necesitamos una cinta métrica y una calculadora.
El número de decimales del número Pi es infinito, pero no sigue ningún patrón. Si tenemos paciencia, en algún lugar de los decimales podríamos encontrar cualquier código como, por ejemplo, el de su tarjeta de crédito.
Probablemente se acuerde de al menos las tres primeras cifras del número Pi: 3,14. Leído de derecha a izquierda sería el 14 de marzo que coincide con el nacimiento de Albert Einstein. No es casualidad que ese día esté considerado el día de las matemáticas. Que menos que el maravilloso edificio matemático tenga un día para poder ser celebrado.