Un 27 de febrero de 2024, Isabel Díaz Ayuso afirmó en una entrevista en la cadena Cope, intentando nuevamente justificar su nefasta gestión política de las residencias madrileñas durante la pandemia, que había personas con demencia entre los 7291 ancianos y ancianas que dejó morir sin asistencia hospitalaria. Y añade que esta fue una de las causas por las que decidió no permitir su auxilio, posiblemente porque como ya manifestó en sede parlamentaria, “de todas maneras, iban a morir.” Qué dolor.
Dice doña Isabel, ante las preguntas en los últimos días de los periodistas, que no hay que mezclar lo personal con la política. Pues, fíjese, para mi y para 7291 familias este tema sí es un tema personal, y mucho, como lo es la defensa de los derechos humanos y de la vida de nuestros seres queridos.
Si la política para usted no es un tema personal, entonces… ¿por qué concedió en esa misma fecha privilegios económicos a su hermano para que se beneficiara con una comisión de 280.000 euros con las mascarillas?. Qué cinismo. Asimismo el arte de la política es algo personal, presidenta. Siempre lo es. Quien diga lo contrario, miente.
La distinción entre unas políticas y otras, pues, refleja la personalidad de quien la desempeña:
1- Si se gobierna desde la empatía hacia el prójimo o desde el interés económico e individual.
2- Si eres capaz de partirte la cara por los animales y darles voz sin importarte la rentabilidad en votos, o de las que se gasta el dinero público de todas y de todos en subvencionar y permitir su tortura para hacer autopromoción procesional.
3- Si eres de las que mueve cielo y tierra por salvar a los más débiles, o de las que los condena a la más absoluta indefensión.
4- De las que actúan con responsabilidad ante una pandemia o de las que miente al gran público, aunque cueste muchas vidas, con el mantra “la libertad es ir de cañas” caiga quien caiga.
5- Si eres de las que persigue la corrupción, o de las que nos toma por tontas escondiendo la indecencia ante unos kilos de fruta de la pasión.
Igual a usted no le cabe esto en la cabeza, pero en España hay miles de familias, sanitarios, trabajadoras…que cuidan. Y muchos lo hacen, fíjese, altruistamente, solamente por cariño y por humanidad.
En España hay gente que hace malabares para cuidar de sus mayores, de sus niñas, de sus animales, de sus familiares. Gente que hace milagros para intentar salvar a cualquiera mientras exista un ápice de esperanza. Gente que se traslada kilómetros y kilómetros para llevar a su padre al médico o al hospital adecuado, para retrasar la enfermedad del olvido y para que pueda respirar.
Hay gente que sale cansada de su trabajo, se pone las botas y sube al monte para apagar el fuego cuando su sierra arde, o que trabaja duro para empoderar a las niñas y romper las barreras del sistema patriarcal.
Incluso, fíjese, existieron sanitarios que durante la pandemia se jugaron y perdieron la vida arriesgando su integridad para intentar salvar a los demás.
Pero usted, desde la frialdad de un despacho en un hotel o más allá, no movió un dedo para amparar a quienes se iban a ahogar. Sólo cogió un bolígrafo digital para firmar los protocolos de la vergüenza, sin un ápice de ética profesional.
El escándalo de las residencias debe marcar un antes y un después en este país. Hay que desmarcarse política y moralmente de una acción como ésta, porque no se puede ser cómplice condescendiente de esta barbaridad.
La señora Ayuso, en la Asamblea de Madrid declaró recientemente que Yolanda Díaz no es profeta en su tierra porque no ha obtenido representación electoral en las recientes elecciones gallegas. Disculpe, señora Ayuso, pero otra vez es usted la que nos lleva al terreno personal. Afortunadamente hay personas que hacen política desde la tribuna, pero también desde la cárcava; hay gente, aunque usted no lo crea, que participa en manifestaciones para acabar con las injusticias sociales y que nunca irá en una lista electoral, o sufragistas a quienes usted denosta por feministas y que lucharon por el voto femenino que hoy en día usted ejerce, y de quienes ni siquiera se sabe su identidad.
Yo, desde luego, prefiero ser profeta de utopías, provocadora de transformación social y defensora de mi gente y de mi pueblo, con o sin rédito electoral, que ser la famosa e inhumana presidenta de una Comunidad. Es terrible pasar a la historia por la omisión del deber de socorro, algo delictivo según el código penal. Usted denegó premeditadamente el auxilio a 7291 ancianos y ancianas enfermas y desamparadas, que fallecieron un triste día de pandemia. Los condenó a ahogarse sin remedio, lejos de una cama de hospital, porque pensaba que en mitad del desconcierto, lo podía hacer con total impunidad.
No lo decimos nosotras: lo dicen las 198 actas del cuerpo policial.