«Tuve una situación personal dura, no la supe gestionar y me hundí, perdiendo el control de todo. Nunca más he vuelto a ser la misma». Esta es la historia de la marbellí Belén García. Pero también podría ser la historia de Laura, de Miguel, de Cristina, de Pablo o la de las 2,1 millones de personas en España que tienen un diagnóstico de algún tipo de cuadro depresivo, el 5,4% de la población, según los últimos datos del INE.
La de Belén es una de esas historias que marcan un antes y un después. Un ejemplo de superación, lucha y valentía que rompe con el estigma de la salud mental y ofrece una perspectiva de la depresión muy diferente a la antes escuchada. En esta entrevista, realizada por AZ Costa del Sol, Belén cuenta cómo ha marcado esta enfermedad su vida y cuáles han sido sus herramientas para aprender a vivir con ella.
P: ¿Cuándo fue el momento en el que supiste que tenías un problema?
R: A mis 26 años de edad viví una situación personal complicada, una ruptura de pareja que no tendría porque ir a mayores pero en la que yo caí y me hundí. Perdí el control de todo. De esa caída salí, relativamente, porque nunca más he vuelto a ser la misma persona. A día de hoy, sé que fue un punto de inflexión en mi vida y que seguramente desencadenó algo que yo ya tenía internamente.
P: ¿Cómo supiste que tenías depresión?
R: En ese momento yo no sabía exactamente que me pasaba, no creo que pusiera la palabra depresión. Yo sabía que me encontraba horriblemente mal, me empezaron a pasar cosas físicas que nunca me habían pasado. Lo recuerdo como estar metida en un agujero negro donde ves todo gris y no ves los colores. Sentía un constante nudo en el estómago, nervios y mucho malestar.
P: ¿Cómo fue el momento en el que un profesional te la diagnosticó?
R: Recuerdo que el primer psiquiatra que me vió le dijo a mis padres que por qué habían tardando tanto tiempo en llevarme a la consulta. Ellos tampoco entendían muy bien lo que me pasaba, ni yo misma era consciente.
P: ¿Cómo eran los días?
R: Dejé de trabajar, con lo cual solo estaba en casa. Dejé de vivir donde estaba alquilada para volver con mis padres, quienes nunca habían vivido algo así. Para ellos era nuevo pero también para mi, no sabía qué era lo que me estaba pasando. No veía posibilidades de salir. Simplemente pasaba el día tumbada, me ponían CD de relajación y pasaba el día tendida sin ganas de hacer nada, ni querer salir de casa. Me daba miedo todo. Me sentía insegura.
P: ¿Cómo te ha afectado tener depresión?
R: Me ha afectado en todo. Vas por la vida de puntillas, no caminando, cualquier soplo te tumba. No estás en igualdad de condiciones que otras personas. Te afecta a todo, tu ámbito familiar, social, en los amigos y en el trabajo. Al final, es un círculo que va todo el rato retroalimentándose. Es algo muy grave y que tú no te vayas a morir de ello, no significa que no tengas que actuar.
P: Hablas de trabajo, ¿cómo ha repercutido ello en tu vida profesional?
R: Ha influido mucho. He tenido que pedir bajas y el problema es que, como aún hay bastantes estigmas en relación a la salud mental, si alguien del trabajo lo sabe de antemano puede suponer un problema. Me ha pasado en alguna ocasión en la que he solicitado la baja que, ante la presión de que no me echaran del trabajo, he tenido que recortarla a menos tiempo por miedo y presión. Te sientes mal, con avergüenza por no poder trabajar. Es muy difícil. Todavía nos queda por avanzar bastante en este ámbito.
P: Belén, llevas varios años con la enfermedad y ahora has podido transformar tu historia en un relato escrito por ti, ‘Estoy deprimida no gilipollas’, ¿qué ha supuesto escribir este libro?
R: Hay una cierta imagen de que una persona deprimida es una persona triste, oscura. Pero no es así, cuando estás en el nivel estándar de la depresión puedes vivir y hacer de todo. Tenía en mente escribir este libro desde hace tiempo y cuando llevas tantas puertas cerradas, tantos médicos, tantos psicólogos. La última vez que estuve en el psiquiatra me dijo «está muy bien que puedas desahogarte conmigo». Esa idea se me quedó grabada. Yo no quiero desahogarme, quiero curarme. Fue entonces cuando decidí escribir este libro, lo hice en dos semanas, fue como una terapia para mi.
P: ¿Qué tiene de especial este libro?
R: Está contada mi historia y la enfermedad des de una perspectiva diferente, desde el humor -con todo el humor que se puede hacer estos temas-, con mucha delicadeza pero también naturalidad. Te deja un buen sabor de boca. No te va a curar leerlo, no va a hacer grandes milagros. Pero sí es cierto que yo misma la siento. Muchas veces me releo capítulos que me ayudan a superar ese bache o a verlo de otra forma. Si consigo que a alguna persona también le ocurra esto, estaré satisfecha. Es el objetivo del libro. Me sirve de terapia y puede servir a otros.
P: ¿Qué le dirías a alguien que esté pasando por lo mismo que has vivido tú?
R: Le diría que hay personas que pueden salir de una depresión y otras que no podemos, pero aprendemos a vivir con ello. Muchas veces le digo a mi psicólogo que quiero ser normal. Realmente, sé que no voy a tener nunca esa fortaleza mental pero tienes que aprender a vivir con ello. Y, por supuesto, que no se conformen, hay que vivir con ello con una calidad de vida mínima. No me vale que me mandes pastillas que me tengan dormida todo el día porque eso no me sirve. Yo quiero curarme, quiero vivir. No tenemos que estar mal las 24 horas. No hay que sentirse perdido, se está enfermo como cualquier otra enfermedad, pero hay que tener mucha energía porque hay que luchar mucho. Porque si hay algo que he aprendido es que la vida es muy corta para dejarla ir.