Nerea lleva 20 años pidiendo ayuda a Cáritas para poder comer. Su marido es drogadicto y ambos están sin trabajo. Tiene ocho hijos y dos de ellos aún viven en casa. La ayuda que recibe, de 480€, no es suficiente para hacer frente a todos los gastos. Necesitan alimentos, productos de higiene, medicamentos y pilas para el sonotone que utiliza.
«Llevo viniendo muchos años, es la única forma que tengo de que mi familia no pase hambre. Pero no me da vergüenza, pedir por necesidad no es malo. Mi marido tiene un problema de drogadicción y nadie trabaja en casa», explica en la cola ante las puertas de Cáritas.
El siguiente en la cola es Manuel. Parado, soltero y sin recursos económicos. Vive en casa de su madre y pide ayuda a Cáritas desde hace tres años de forma intermitente: «Vengo cuando me quedo sin trabajo, cuando tengo trabajo no pido nada. Acudí porque me vi sin recursos, sin nada con lo que poder alimentarme. Gracias a Cáritas no he pasado hambre», afirma. Manuel sufrió un accidente por atropello y está esperando la ayuda de un abogado de Cáritas: «No solo me dan de comer, sino que me ayudan con un problema que tuve y al que no podía enfrentarme solo».
Llega el turno de Lucía, la tercera en la cola. Vive en un piso de alquiler hipotecado con su marido y otros inquilinos, paga 500€ por una habitación y solo recibe 300€ de pensión: «Me vine de mi país hace muchos años y todavía no he podido dejar de pedir ayuda, nos han vuelto a subir el alquiler y con la pensión no me queda dinero para alimentos ni ropa», explica. La única solución que encuentra es acudir a Cáritas, donde le ofrecen productos necesarios para poder sobrevivir.
Y un largo etcétera. Hasta 200 personas forman la larga cola para pedir ayuda a la sede de Cáritas en la Parroquia Virgen del Rocio en San Pedro de Alcántara. Se trata de una de las 155 diócesis de Málaga que ofrece ayuda a todo aquel que lo necesita: «No diferenciamos ni por raza, religión o género; ayudamos a todos los necesitados de manera desinteresada», explica Mercedes, la directora y coordinadora arcipestral de San Pedro y Estepona.
«Cáritas es el brazo caritativo de la iglesia, no somos ni una ONG ni un grupo de jubilados aburridos. Somos un grupo de voluntarios que ayudamos por nuestra fé, para ayudar a los más necesitados», indica Mercedes. En total, veinte voluntarios trabajan de forma desinteresada día tras día para no dejar sin un alimento a ninguna familia de San Pedro. Ofreciendo una «ayuda inmediata», la misión de Cáritas, es «la abolición de la pobreza, por ello damos todas las herramientas necesarias para sacar a las personas de ahí», explica Mercedes.
El banco de alimentos y ropa es lo más conocido. Pero su ayuda va mucho más allá. Cáritas no solo ofrece alimentos, ropas o medicinas, sino que también ayuda a las personas en el pago de alquileres o en la búsqueda de empleo: «Nosotros lo que queremos es darle utilidad a esas personas, dotarlas para que sean autosuficientes y ayudarlas a prosperar», indica la directora. Por ello, una de las ramas más importantes es la formación, ayudando a las personas a cualificarse en los empleos.
La actual crisis económica y de la vivienda que afecta a toda la Costa del Sol ha empeorado aún más la situación. Cada día llegan nuevas personas pidiendo ayuda: «Cada vez hay más gente sin techo, todo está muy caro. Es un caos. Vienen en un estado de desesperación, muchos no pueden asumir un alquiler y los que pueden no llegan para comprar los productos básicos». Además, Cáritas cuenta actualmente con muchas menos donaciones respecto a otros años: «La gente ha dejado de aportar comida, ropa o dinero porque cada vez es más difícil llegar a final de mes, tenemos muchos menos recursos que antes y más gente que atender», afirma Mercedes.
Una realidad que afecta a todos por igual. De todas las edades, países y con situaciones diferentes. El perfil de las personas que acuden a pedir ayuda es muy variado. La mayoría de ellos no tienen recursos suficientes para subsistir. Aunque también vienen familias con trabajos que tienen sueldos con los que no pueden llegar al final de mes. Otras tienen trabajo irregular y acuden cuando se quedan sin empleo. Pero todas las familias son necesitadas, muchas con niños a los que no pueden alimentar o vestir.
Tras hablar con varios voluntarios de Cáritas, asombra ver la bondad y la entrega con la que estas personas trabajan por los más necesitados. Aseguran que se sienten «gratificados» y «felices». Y es que ayudar les hace sentirse «mejores personas» y cumplir la que aseguran que es la misión de la vida, «ayudar a los demás».